_
_
_
_
Tribuna:TRIBUNA LIBRE
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Dejemos al Ejército en paz

Recuerdo nítidamente los diversos grados de angustia vividos en los preámbulos de toda operación bélica, que protagonizamos tantas veces en tantas circunstancias. Y volvemos a experimentar estos días parecida ansiedad, aunque ahora la padezcamos pisando ricas alfombras en los hemiciclos del Congreso o Senado de Madrid. Nunca he sabido graduar la angustia anímica que siente el combatiente en la espera del inicio de la lucha y después que se rompiera el fuego. Pero, personalmente, he preferido siempre encontrarme en el fragor del combate, porque la angustia de la incertidumbre y la nerviosa espera desaparecen como por encanto cuando se empieza a marcha y actuar.En esa nerviosa espera nos hallamos en Madrid los que ostentamos la representación del pueblo vasco para desempeñar el cometido que hemos asumido en su nombre: la consecución del Estatuto de Guernica, cuyo espíritu recoge las aspiraciones de Euskadi en el tiempo y circunstancias objetivas en las cuales ha sido enmarcado.

Nuestra posición es bien comprometida. ¿Quiénes son nuestros adversarios? La duplicidad es real, porque desgraciadamente hemos de luchar en un doble frente. Sin duda alguna que los enemigos de este proyecto de estatuto se posicionan en Madrid en un amplío frente, reunificado ante la circunstancia. Pero, como ocurre con harta frecuencia, lo único que abunda en casa del pobre es la discrepancia y la insolidaridad. Porque hemos de luchar también en nuestra propia casa, para tratar de convencer a un determinado sector de nuestro pueblo, que lo que ellos tienen como mejor es enemigo de lo bueno que nosotros proponemos, por la sencilla razón de que todo en este mundo tiene su sitio en su correspondiente circunstancia. Porque más vale pájaro en mano que en sueños imposibles. Aparte de que, en triste coincidencia, hemos de constatar el paralelismo de rechazo al estatuto entre aquellos que piensan que nuestra exigencia es poca con aquellos otros que creen que nuestra pretensión es mucha...

Contemplando el campo de posiciones constatamos una realidad: Madrid se muestra intransigente, montando barricadas con montañas de motivos de desacuerdo. Es verdad que, en el inicio de toda negociación, las posturas se endurecen deliberadamente y cualquier detalle, al parecer intrascendente, se sitúa sobre la mesa como algo innegociable y rechazado de antemano. Porque el enemigo nunca pone alfombra más que a aquel que se rinde incondicionalmente. Y éste no es nuestro caso, porque les consta que estamos dispuestos a reñir dura batalla en defensa de nuestro derecho. El rechazo del Estatuto de Guernica, tal y como ha sido redactado, engendra en Madrid un pesado ambiente, que se traduce en trato hosco de suspicacia y evasiva. Rumores de imposibilidad, intransigencia y velada amenaza si los vascos no se avienen a la componenda. Y la amenaza adquiere carácter catastrofista cuando frecuentemente se hace referencia a la posición de las Fuerzas Armadas...

Observadores, medios de información de toda índole y agentes correveidiles del rumor intencionado -cuidadosamente inventado- lanzan sus sondas para obtener información en la profundidad neurálgica del escozor del día. Lo que quema ahora en Madrid es el fuego de los estatutos de autonomía.

Y como telón de fondo, pintado en rojas tintas: «La salvaguardia de lo permanente», el garante de la unidad de la patria, el Ejército. O, dicho en otras palabras: la ocupación militar de Euskadi -con su secuela de sangre y desdichas- si los vascos no se avienen a razones de fuerza dictadas autoritariamente para encajonarnos en el más estrecho marco constitucional.

El vasco tiene fama de obstinado cuando defiende a los suyos y a sus pertenencias. Y por tal condición ha padecido -siempre estoicamente- los males y borrascas de la violencia, la cual venimos padeciendo, los que aún vivimos, desde el 18 de julio de 1936, y de cuyas secuelas todavía no hemos escapado. Pero, pese al triste pasado, mantenemos la confianza en el mundo de hoy, donde difícilmente tienen cabida las aventuras golpistas, porque Hitler, Mussolini y Franco descansan -al fin- en paz. Y los hombres que gobiernan las Fuerzas Armadas son realistas y respetuosos -como demócratas- de la voluntad popular.

Por otra parte, la facultad de la inteligencia distingue al hombre del animal. Y sería un craso error el que el Ejército hiciera el juego de aquellos que buscan precisamente la intervención militar en Euskadi, pensando en un caldo de cultivo ideal para sus intenciones revolucionarias.

Atengámonos todos a una realidad: Madrid tiene en Euskadi un interlocutor válido, dispuesto al diálogo en la búsqueda de fórmulas que garanticen la solidaridad entre los pueblos que conforman el Estado español. Desconocer esa realidad es una insensatez, ya que la alternativa consiguiente está abocada a la esterilidad. Porque el estatuto que se pretende imponer desde Madrid no será aceptado en Euskadi. Y si nuestras posiciones no son su agrado, podemos llevar de la mano hasta Madrid a cualquier arrogante joven abertzale revolucionario... que también tiene bajo el brazo su estatuto de autonomía.

Seamos pragmáticos, señores de UCD. El porvenir de todos está en juego una vez más. Y es posible que esté en juego la última oportunidad. Negociemos lealmente, con amplitud de criterio, escapando del estrecho juridicismo, con talante abierto, sin coacción ni amenaza...

Que nadie apunte, como última instancia, al Ejército.

Dejemos al Ejército en paz.

Dejemos en paz la guerra.

Y hagamos la paz...

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_