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Tribuna:SPLEEN DE MADRID
Tribuna
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Los catalanes

Me llamaron la otra tarde, desde Barcelona, para leerme lo que algunos periódicos decían sobre/contra mí. Parece que de una extractada nota de Efe se manejó a su vez un extracto hasta conseguir esa síntesis contradictoria y de primera página que, en periodismo, consideramos equivocadamente como muy periodística.Los catalanes. Lo que yo hice en la presentación de cierto libro fue salvar a dos escritores catalanes de la condenación y burla que se les hace en ese libro, y no porque ellos, naturalmente, necesiten ni busquen en mí un conseguidor, sino porque el charneguismo irónico y cosmopolita de Vázquez Montalbán, como el narrativismo denso, rico y macarra de Juan Marsé, me parecen dos grandes logros del mulatismo cultural, que siempre da buenos resultados, en los libros y en la cama.

Pero no sólo arranqué a dos escritores catalanes de las educadas y envenenadas garras de un castellano /aragonés, sino que, hecho yo un Supermán interautonómico o un Miguel Bosé de la hazaña literaria y el dinamismo a destiempo, corro a salvar a otros dos escritores catalanes de las garras de los propios catalanes, y vengo en decir que hoy, cuando tanjustamente se reivindica la anchura del catalán, no debe el propio país mutilarse a sí mismo, ignorando a Plá a la hora del Premio de las Letras Catalanas, o expulsándole de la revista Destino.

El otro era Eugenio,d'Ors. Mantengo que en el moderno periodismo europeo sólo ha habido tres grandes inventos literarios: el poema en prosa de Baudelaire, la glosa de D'Ors, el recuadro de Escarpit. Todo lo demás son niños mordidos por perros, y ni siquiera a la inversa.

Lo que sí digo también, porque todos tenemos algo de marxistas en este siglo, como ha escrito alguna vez Aranguren (remoto y primerísimo dorsiano, por cierto), como todos tendrían algo áureo en el Siglo de Oro, supongo, lo que sí digo es que en la polémica castellano/catalán (para mí bodas de sangre, pero bodas) se interfieren inevitablemente relaciones de dominador invadido a invasor dominado, que son las que dan preponderancia a ciertos decretos y un como aire de lucha de clases a la cosa, por encima/debajo de la lucha de lenguas.

Uno de los periódicos catalanes que se ha ocupado de mi artículo/ holocausto castellanista y crudelísimo, se molesta elegantemente en recordar y reproducir mi elogio y entendimiento del catalán a propósito de un libro de Montserrat Roig, como pudiera exhumar tanto que tengo escrito con fervor y a favor de Gimferrer, Rubert de Ventós, etcétera, por no volver a gastar negrita en los cuatro ya citados: dos clásicos puros y dos charnegos impuros, geniales y coetáneos.

En otro periódico, sin embargo, no quisieron perder el tiempo con un espontáneo e interesado demandante:

-¿Pero han leído ustedes entera la página de Umbral que hoy publica EL PAÍS?

-No, pero conocemos una nota de Efe.

-Esas frases, fuera de su contexto, dicen exactamente lo contrario.

(El viejo truco, forastero.) Y la voz de director catalán, quizá Tristán la Rosa:

-Bueno, no sé si leeré eso que usted dice, a ver si tengo tiempo, en todo caso, las cosas son como las cuenta mi periódico.

¿Puede un periodista como Tristán la Rosa, que realmente ha sido Tristán de corresponsales y rosa privilegiada de magistrales tipografías, montárselo a base de nota de Efe de seis líneas, ignorando mis seis folios, sólo porque quizá -ay- Umbral vende y si Umbral dice lo que no debe vendemos todos?

No, no creo que tan firme maestro, con nombre de par de Tirant lo Blanc, y que siempre ha igualado con la pluma el pensamiento caballeresco, pueda hacer/me eso sólo por vender. Barcelona es hoy la ciudad quemada de palabras y una nota de agencia ha puesto a arder la hoguera mediterránea, pasado ya San Juan. Y yo que me creía incombustible por melancólico. Porque la melancolía es un amianto. Y un spleen.

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