_
_
_
_
Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La lección de "Holocausto"

DESPUES DE algunas vicisitudes típicas de la neocensura española, llega al fin -triunfo de la razón- la serie Holocausto a las pantallas de televisión. Habrá reacciones. No faltarán las que atribuyan a la película una intención de propaganda sionista y una capitalización de los muertos es un rasgo que sin duda puede encontrarse. Tampoco las acusaciones de que no es la única barbarie en nuestro mundo y en nuestro tiempo, y con los más distintos signos políticos: también es verdad. Como lo es la concepción folletinesca del tema, su comercialidad -otra capitalización de los muertos-; o la realidad de que hubo otras muchas víctimas del nazismo que no fueron sólo judíos. Por encima de todo esto queda el impacto de un hecho histórico innegable, y la oportunidad de su proyección en el mundo cuando está apareciendo una fuerte campaña antisemita. Que probablemente tenga algún olor a petróleo, a dinero de petróleo. Y la oportunidad, también, de su proyección en España cuando en las esquinas de todas las ciudades van apareciendo pintadas con las cruces gamadas, carteles con la efigie de Hitler, siglas con advocación nazi o hitleriana; y a veces, jovenzuelos con brazalete gamado y cuchillo rápido.La tendencia a olvidar o a no enterarse no es siempre inocente. Si lo fuera, las imágenes de Holocausto que van a ver a partir de esta noche todos los millones de españoles que son adictos al medio contribuirá a que no se pueda apelar a esa inocencia. Holocausto es la representación de un hecho que efectivamente encuentra paralelos en esta «historia de furor y ruido contada por un idiota», que decía Shakespeare que era nuestra vida; pero en sí es un hecho incomparable. La previsión de la matanza, su carácter metódico, su sistema de organización, la imposibilidad de defensa del acusado -la pertenencia directa a una determinada raza y no a una religión, de forma que no cabía siquiera la humillación del «converso», como en los terribles tiempos de la persecución española-, la perfección técnica y la ofícialización de la fuerza exterminadora en una doctrina explicada meticulosamente desde antes de la llegada al poder -Mein Kampf- dieron al nazismo un carácter esencialmente homicida.

Este homicidio, finalmente asesinato, finalmente genocidio, es lo que refleja Holocausto. Si hay rasgos melodramáticos en la definición de los caracteres novelescos -los buenos y los malos-, no hay desgraciadamente énfasis en la exposición documental; incluso podría decirse que hay moderación o comedimiento. Las fotografías que se conservan de los campos de concentración, los documentales gráficos como Noche y niebla, de Alain Resnais -nunca proyectada en España-, superan en dramatismo a esta reconstrucción: los mejores actores, los mejores escenógrafos no pueden reconstruir el dolor infinito de los torturados y asesinados.

No debe servir esta película para fomentar ningún odio. No debe influir en la cuestión de Israel como Estado, cuya existencia y acciones requieren otro juicio político. No debe, en ningún modo, culpabilizar de una manera colectiva al pueblo alemán, que fue en sí mismo, en la guerra y en la posguerra, víctima de la banda de Hitler. Sirva, sobre todo, para enseñarnos cuál es el cámino del crimen y para que nadie se acerque a él por frivolidad o por ignorancia, creyendo encontrar soluciones en algo que nunca fue una solución posible. En este sentido, por encima de sus defectos formales o de otras tendencias más o menos manifiestas, Holocausto, que comienza hoy a, proyectar Televisión Española, es de un enorme valor didáctico. Y la decisión final de proyectarla, por encima de oposiciones que puedan considerarse como cómplices, dignifica a quienes la han tomado.

Haz que tu opinión importe, no te pierdas nada.
SIGUE LEYENDO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_