Reforma agraria, paso a paso
«Hace justamente un año, en junio de 1978, aparecía un real decreto para el fomento de los regadíos. La iniciativa era atrayente. El Iryda se comprometía a facilitar préstamos -en concierto con entidades financieras públicas y privadas- a aquellas solicitudes que reuniesen unas mínimas condiciones de solvencia.Al año, el éxito de aquella convocatoria puede calificarse, sin temor a triunfalismos, de espectacular. Se han aprobado ya 18.000 solicitudes de préstamos, que totalizan 28.000 millones de pesetas y que supondrán 200.000 hectáreas de nuevos regadíos, más mejoras en otras 160.000 hectáreas. ( ... )
En suma, la iniciativa privada, y concretamente el pequeño y mediano agricultor, a quien se dirigía el decreto, han respondido a la convocatoria. El decreto, que da amplio margen al agricultor para devolver los créditos -hasta diez años-, ha sido favorablemente valorado, por su valor social, y su mismo éxito ha obligado a una prórroga en la presentación de solicitudes. ( ... ).
La tarea de modernizar nuestras estructuras agrarias exige un esfuerzo que habrá de continuar durante varios lustros. Pocas tareas más prioritarias en el panorama económico español que la de colocar esas estructuras agrarias a la altura que va a exigir nuestro futuro ingreso en la Comunidad Económica Europea. Si a ello añadimos que, dado el cierre de la espita que en las últimas décadas ha sido la emigración, y la crisis que diversos sectores industriales -siderurgia, construcción naval, textil...- caracterizados por emplear un alto volumen de mano de obra atraviesan actualmente, concluiremos que la urgencia de medidas como este apoyo a la expresión del regadío es total. O dicho con otras palabras: que la reforma agraria -planteada con los criterios que exige el momento histórico, que evidentemente quedan lejos de los del siglo XIX- sigue siendo necesaria y debe realizarse así, sin pausa y con ciertas prisas.»
21 junio
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