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La catástrofe de Chicago, grave revés mundial para los fabricantes del DC-10

La primera demanda judicial de familiares de las víctimas del accidente de Chicago fue interpuesta ayer por la viuda y el hijo de Jurgen Hahi, un ciudadano austríaco que murió en la catástrofe. Los demandantes piden un total de quince millones de dólares, cinco a la línea aérea, American Airlines; otros cinco a la compañía fabricante de los DC-10, McDonnell-Douglas, y los cinco restantes a la empresa fabricante de los reactores del avión, General Electric.

Este será sólo el principio de una interminable serie de demandas judiciales contra la línea aérea y el fabricante, que se esperan para los próximos días. Por otra parte, la suspensión de los vuelos está causando pérdidas notables a las compañías aéreas, que pagaron unos 40 millones de dólares por cada DC-10, y puede suponer un grave revés a la compañía fabricante de estos aparatos, que ha vendido ya 280 en todo el mundo y tiene en cartera de pedidos casi un centenar de unidades. Las acciones de la McDonnell-Douglas bajaron ayer en Wall Street.Cuarenta mil pasajeros fueron afectados ayer por la suspensión de los vuelos de todos los aviones del modelo DC-10 existentes en Estados Unidos, que están siendo ahora objeto de una detallada inspección técnica y que no podrán volver a entrar en servicio hasta dentro de varios días.

Después de que la Administración Federal de Aviación ordenara el martes la permanencia en tierra de los DC-10, por haberse detectado en algunos de ellos graves deficiencias estructurales, varias compañías aéreas dieron órdenes de aterrizar a sus aviones de este modelo que se encontraban volando, y todas ellas suspendieron inmediatamente los vuelos regulares programados.

Ello motivó aglomeraciones en los aeropuertos más importantes del país, junto a largos retrasos, dificultad en encontrar plazas a bordo de otros aviones y que muchas personas tuvieran que pasar la noche en hoteles cercanos a los aeropuertos. Los pasajeros que sufrieron trastornos a causa de la suspensión de los vuelos en DC-10 se estimaban ayer en 40.000, pero se calcula que, a diario, vuelan en estos aparatos más de 100.000 personas en todo el mundo.

Por sus características de gran capacidad y autonomía de vuelo, los DC-10 se utilizan, aparte de en los vuelos transoceánicos, en los trayectos de costa a costa en Estados Unidos y la mayoría de las líneas aéreas emplea estos jumbos, junto con el Boeing 747, en los vuelos desde Nueva York a Los Angeles o San Francisco.

Mientras las ocho compañías aéreas que poseen los 134 aviones del modelo DC-10 matriculados en Norteamérica se esforzaban en recomponer sus programas y horarios de vuelo, equipos técnicos, bajo la supervisión de inspectores federales, iniciaban una revisión exhaustiva de todos y cada uno de los aparatos idénticos al que sufrió el pasado viernes el más grave accidente de la historia de la aviación civil norteamericana.

Las directrices difundidas por la Administración Federal de Aviación detallan las operaciones de inspección que deben realizarse en las piezas de sujeción de los reactores a las alas del DC-10. Una revisión rutinaria de las mismas ocuparía tres horas por cada reactor, pero en esta ocasión se tardará mucho más tiempo, sin contar el empleado en posibles sustituciones de piezas o reparación de averías.

Verificación por ordenador del accidente

Aunque parece demostrado que la rotura de un tornillo de sujeción fue lo que provocó la caída del motor izquierdo del avión que se estrelló en Chicago, los inspectores federales quieren investigar con mayor detalle las circunstancias del accidente. Para ello, se ha preparado un computador y un simulador de vuelo que actuará como lo haría un DC-10 sin uno de sus reactores.

La teoría más comúnmente aceptada entre los expertos es la de que al desprenderse el reactor izquierdo se dañaron las líneas hidráulicas por las que se transmiten desde la cabina los movimientos de las alas, con lo que el piloto quedó incapacitado para dominar el aparato.

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