Dos intérpretes catalanes: Brosa y Trotta

Como residía en Inglaterra desde 1914, Antoni Brosa era poco conocido entre nosotros, a pesar de tratarse de uno de los grandes violinistas del siglo XX. Tarraconense (había nacido en La Calonja en 1894), su primera formación la realizó en Barcelona con Ainaud. Más tarde se perfecciona en Bruselas con Crickboom, el amigo y colaborador de Albéniz y uno de los inspiradores de la escuela violinística española.Sus actividades concertísticas, tanto en calidad de solistas como en los géneros de cámara, alcanzaron resonancia a tino y otro lado del Atlántico. En Estados Unidos dio a conocer, por deseo del autor, el concierto de Benjamín Britten,y el prestigio del Cuarteto Brosa (que formaban con él Greenhem, Rubens y Pini) fue muy largo durante la década de los veinte.

La dedicación pedagógica, para la que estaba particularmente dotado, constituye una «segunda vida» de Brosa, que acabó, durante las últimas décadas, anulando la primera. Profesor en el Smith College de Northampton, vino a España para dirigir los cursos de su especialidad en música en Compostela, con lo que se convirtieron en discípulos suyos violinistas españoles tan notorios como León Ara.

José Trotta, barcelonés, bien conocido por su labor en el Quinteto Catalán y en la Agrupación de Cámara de Barcelona, fue uno de los violoncellistas que contribuyeron al prestigio de la escuela de Cataluña. Discípulo de José Soler y del compositor Morera, poseía un sonido tan bello como la depuración de su estilo. Concertino de su cuerda en las más importantes orquestas barcelonesas, colaboró intensamente con Toldrá y Ros Marbá en la Municipal y Orquesta de la Ciudad. Su trabajo sinfónico y de cámara no le impedía brillantes intervenciones solistas (Don Quijote, los conciertos de Dvo rak, Schumann o Haydn) ni el ejercicio de la enseñanza como profesor del Conservatorio. En poco tiempo han desaparecido estas dos figuras de la música catalana y española, cuya huella será honda y perdurable.