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Suárez: "España apoya las negociaciones de paz mauritano-saharauis"

El presidente del Gobierno español, Adolfo Suárez, afirmó ayer en Argel que España apoyará las negociaciones de paz que sobre la crisis política y militar del Sahara iniciarán el próximo día 26 representantes de Mauritania y del Frente Polisario. El señor Suárez, que regresó ayer a Madrid después de su visita oficial a Argelia, no consiguió de la parte argelina ninguna compensación política o económica inmediata ante la decisión del Gobierno de Madrid de alinearse en la crisis del Sahara a favor de las tesis argelino-saharauis.

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Un rígido comunicado conjunto hispano-argelino cerró la estancia oficial del presidente Suárez en Argel, de poco más de un día de duración. En él se confirman las primeras impresiones surgidas al término de la primera jornada en Argel del presidente Suárez: España gira de manera importante en su actitud ante el Sahara y, una vez en movimiento, se sitúa frente a Marruecos y del lado argelino-saharaui.El comunicado dice que España apoyará las soluciones de paz surgidas del nuevo régimen mauritano con Argelia y subraya que el Gobierno de Madrid nunca cedió a Marruecos la soberanía del Sahara, porque no la ostentaba. En el documento se hacen otras alusiones a temas de política internacional -España se coloca junto a los países del llamado frente de resistencia del Oriente Próximo y contra el plan egipcio-Israelí de paz (reivindicando incluso Jerusalén)- y se excluye todo gesto político y económico de Argelia hacia España.

La estancia del presidente Suárez ha servido, entre otras muchas cosas, para que los dirigentes españoles confirmen la dureza del nuevo régimen del presidente Chadli, con el que conversó en la mañana de ayer el señor Suárez. España ha hecho gestos importantes en favor de Argelia -y de motu proprio- en el tema sahariano: la visita en sí relanzaba las relaciones políticas y diplomáticas entre Argel y Madrid; se apoyaban las tesis argelinas sobre el Sahara, y se daba al Polisario un espaldarazo formal del Gobierno español -no sólo del partido gubernamentalen su lucha política y militar por la recuperación del Sahara.

Se esperaba por parte española una reacción paralela e inmediata del lado argelino. Resulta difícil olvidar la ofensiva oficial argelina sobre la africanidad de Canarias, lanzada en la OUA.

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El tema parece congelado, pero no desechado oficialmente por Argelia. En este país el movimiento independentista del archipiélago canario mantiene una representación oficial, junto a otros movimientos de liberación africanos. Por ello se pensó que la visita de Suárez serviría para zanjar el tema, cosa que no fue así. El presidente Suárez se limitó a decir que no se había hablado del tema y luego añadió que «se daba por olvidado». Tampoco la esperada cooperación económica hispano-argelina ha surgido de manera concreta al término de la visita. El comunicado incluye una breve alusión al proyecto de gasoducto argelino-español hacia la Europa comunitaria, y Suárez se limitó a decir que las perspectivas en este terreno eran muy buenas. El ministro de Industria -que se quedó en Argel- hoy conversará con seis ministros técnicos del Gobierno argelino.

En todo caso, una cosa es cierta: el presidente Suárez ha protagonizado una interesante iniciativa política que (la movilidad a la actitud española ante la crisis del Sahara. España desea participar en las discusiones políticas abiertas en torno al Sahara, que parten del llamado «plan francés de paz» (entrega del Saltara administrado por Mauritania al Polisario, como objetivo de la negociación) y, aunque se suma con cierto retraso a la iniciativa de París, lo ha hecho con determinación y de manera espectacular. Ahí está el encuentro del presidente Suárez con el secretario general del Polisario, Mohamed Abdelaziz -« fue muy interesante y cordial, Abdelaziz cerró el diálogo dándome un abrazo y llamándome hermano», nos diría Suárez- como prueba palpable de la decisión del Gobierno hispano.

Asimismo, al declararse favorable a dichas negociaciones de paz, el Gobierno español sale del impasse en el que estaba sumido con sus reiteradas declaraciones de no injerencia en el tema sahariano («España ya no tiene responsabilidades en el Sahara», se decía), refugiándose solamente en el apoyo al derecho de autodeterminación saharaui. Una autodeterminación que le sirvió a Suárez para justificar el no reconocimiento de la RASD (República Arabe Saharahui Democrática), que le fue pedida por Abdelaziz con una lógica contundente: no se puede reconocer a la RASD hasta que no se pronuncie la población saharaui de acuerdo con la ONU.

También es de señalar que el presidente Suárez se declaró favorable a la concertación política con Francia sobre el Sahara -«que no existe », dijo Suárez-, y no descartó la posibilidad de que España ofrezca sus buenos oficios para promover una conferencia de paz entre las partes implicadas, lo que incluye, defacto, la anulación de los acuerdos de Madrid.

Lo que no ha quedado claro es el porqué en este momento preciso el Gobierno decide dar este giro radical a su política sobre el Sahara. La interpretación que se puede recoger al término de esta visita es que la decisión no ha sido muy madurada y que los acontecimientos de la zona (los contactos mauritanto-saharauis) han forzado el ritmo de un deseo del Gobierno español que gustaba especialmente al presidente Suárez por su espectacularidad y por los efectos que iba a producir en la esfera internacional y en la opinión pública española. Efectos que también tendrán su contrapartida negativa. En los medios españoles de Argel la gran incógnita era: ¿cómo reaccionará Marruecos?

Las opiniones son varias: se piensa, por una parte, que Rabat puede congelar la ratificación del acuerdo pesquero a España y forzar un proceso de descolonización de Ceuta y Melilla en la OUA y la ONU -la conferencia de la OUA en Monrovia está próxima y es significativa la suspensión del viaje del rey don Juan Carlos a Liberia.

También se especula con la posibilidad de que Marruecos no estuviera completamente al margen de las negociaciones mauritano-saharauis, lo que reduciría sensiblemente los riesgos (calculados o no) de la operación española. Por último, se afirma que la-actitud de Suárez puede servir también de advertencia a Rabat si insiste en una política de dureza con España.

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