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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

España, en el embrollo del Sahara

EL PRESIDENTE del Gobierno español llegará a Argel pasado mañana en una situación no sólo confusa, sino extremadamente grave, del conflicto del Sahara. Después de varios anuncios y posteriores aplazamientos, la visita va a producirse en el peor momento posible, como si una especie.de destino quisiera hacer purgar en su persona las muchas faltas, ambigüedades e inconsistencias de la política española en este tema, aunque su responsabilidad se limite a no haber sabido despejar la herencia que sus Gobiernos han encontrado de los anteriores desde las contradictorias decisiones de descolonización y de cesión a Marruecos y Mauritanla -los «acuerdos de Madrid »después de la desgraciada teatralización marroquí de la «marcha verde» en 1975.Para no perder demasiado el hilo en la serie de informaciones y desinformaciones, anuncios y desmentidos quese producen en estos momentosen varias capitales del mundo, conviene señalar algunos de los puntos cardinales, invariables, del estado de la cuestión.

1. Argelia mantiene aún con más firmeza, a pesar de la muerte de Bumedian y de los cambios en la dirección del país y del partido único, el principio de la independencia del Sahara como país y la legitimidad del Frente Polisario como su representante: le alberga, le nutre de armas y de dinero y parece dispuesta a sostenerle en cualquier acción militar y política. Argelia, a su vez, está somelida en esta cuestión, como en otras, por la URSS, de la que tiene una estrecha dependencia económica y militar. Pero no actúa por cuenta ajena: su contencioso con Marruecos es antiguo -desde la independencia de los dos países- y no tolera la expansión marroquí al territorio saharaui.

2. Marruecos, que mantiene la misma hostilidad por Argelia, está sostenido y apoyado por Estados Unidos, que considera esa franja de la costa atlántica básica para su defensa y para el sostenimiento de unas posibles bases importantes de la OTAN en Canarias y las Azores. Marruecos ha hecho una auténtica causa nacional de su expansión, sobre el Sahara; no sólo el rey, el nuevo Gobierno y el recientemente creado Consejo de Defensa, sino los partidos de la oposición están unidos: las críticas de la oposición se refieren más bien a la manera de llevar el tema que al fondo de la cuestión. El pueblo está convenientemente fanatizado por el tema, y lo desmostró en la «marcha verde» -el verde es el color del profeta- y el rey Hassan II tiene pocas posibilidades de conseguir una unión nacional como para desperdiciar ésta. El temple de Rabat es, en estos momentos, el de llevar la cuestión al extremo de la guerra. El de Argelia es idéntico, aunque en sentido contrario.

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3. Mauritania es una desgraciada víctima. Creyó en un momento que el acuerdo con Marruecos y España podría darle cómodamente un territorio y una estabilidad, y se encuentra en un avispero. Los guerrilleros saharauis hostilizan desde el Norte; Marruecos y Argelia presionan. Los sucesivos cambios de Gobierno en Mauritania son un intento de zafarse del conflicto: recientemente ha recibido una alta misión argelina; sus políticos han visitado Rabat y parece que ahora ha utilizado la mediación libia para devolver a los saharauis el territorio anexionado; la amenaza marroquí de invasión de Mauritania es firme, la argelina también, y las guerrillas del Polisario avanzan fácilmente por su territorio extenso y despoblado.

4. El Frente Polisario ha ido ganando credibilidad y potencia en los últimos tiempos. Se presenta hoy como una fuerza real; parece contar con la mayoría de la población -aun los que en un principio aceptaron la anexión marroquí han comprobado ahora que han pasado de un estado colonia¡ a otro aún más opresor- y tiene detrás no sólo a Argelia, sino a países musulmanes con alta capacidad de presión económica y diplomática, como Irán y Libia, y todos los que se oponen a la «americanízación» del Islam al estilo egipcio. Las naciones comunistas le apoyan: Cuba podría enviar armas y quizá hombres.

5. Francia tiene interés en mantener el statu quo de la zona; querría fortalecer la existencia de Mauritania sin agraviar a Marruecos y mantener con Argelia las relaciones especiales establecidas en las negociaciones que pusieron Fin a la guerra de independencia. El ministro francés de Asuntos Exteriores, Francois Poncet, tiene anunciada una visita a Argel para la segunda quincena de junio. Será tarde. París está despachando en estos momentos emisarios a las capitales interesadas y recibiendo también a los que se le envían desde ellas.

6. Estados Unidos tiene un interés primordial en que

Marruecos predomine sobre tan larga y estratégica costa atlántica, pero tratando al tiempo de contener a Hassan II en su carrera hacia una acción irreparable. La apertura de un frente de guerra árabe en la zona del Magreb (Occidente). que implicase directamente a Libia y a Argelia, dada la actual sitUación en el Oriente árabe -Irán, Egipto, Líbano- es muy comprometida. Podría ser la chispa de un amplísimo e imprevisible polvorín. La intención de Washington es contener a Marruecos, negociar con Argelia. tratar con la URSS; quizá, finalmente, ofrecer al Frente Polisario una parte del Sahara en litigio que no ofreciese problemas militares.

En todo este embrollo, la situación española es absolutamente delicada. Hay una parte moral, que se centra en la forma descabellada en que se llevó a cabo la descolonización, divorciada de sus promesas a los saharauis y afectada por la presión marroquí y la agonía del general Franco. Hay una parte práctica muy concreta, que es el archipiélago canario. Sabernos de la barahúnda creada por Argel con la reivindicación de las Canarias ante los pueblos y Gobiernos africanos y de la práctica de las agresiones a los pesqueros españoles. España logró con una diplomacia paciente, aunque poco clara, reducir ese tipo de presiones. Pero no sin encontrarse con la amenaza permanente que emana de Marruecos a modo de chantaje y que se refiere no sólo a Canarias, sino a Ceuta y Melilla, y también a la presión, unas veces justificada y otras arbitraria, sobre nuestras posibilidades de pesca en sus aguas. La relación con Estados Unidos, el riesgo de un Marruecos decididamente hostil, conducen a nuestros diplomáticos a una postura; la relación con Argelia y con un mundo árabe más lejano, o a la opuesta.

Así las cosas, la visita del presidente Suárez a Argel podría Indicar una toma de posición susceptible de ser considerada como hostil desde Marruecos; su suspensión, que por una parte podría parecer prudente, daría una apariencia absolutamente contraria y la situaría en otros riesgos. Lo que nadie es capaz de comprender en estos momentos es qué puede tratar el presidente Suárez en Argel, qué propuestas va a hacer, cómo va a responder a las que reciba. Quizá él mismo y sus propios consejeros no lo sepan claramente.

El caso es que en cualquier momento se puede producir una invasión marroquí de Mauritania, con la consiguiente respuesta armada de Argel contra Marruecos. Puede que la posición española en la magnitud de este conflicto sea, desde una óptica general, escasamente importante, puesto que en ningún caso intervendría directamente. Pero desde el punto de vista español es primordial. Lo que importa en estos momentos es una salvaguarda sin ninguna restricción de las islas Canarias, la utilización de Ceuta y Melilla como cartas negociables a largo plazo y la incardinación de nuestra diplomacia en la zona en el gran marco de los movimientos de París, Washington y Moscú. Todo lo que el presidente Suárez haga en este sentido nos alejará de las siempre arriesgadas negociaciones bilaterales nuevamente. Si lo puede hacer cumpliendo sus deudas morales con los saharauis, sería la solución ideal. En cualquier caso, lo que la opinión espera es una rápida explicación pública del Gobierno español ante el tema: antes de que tengamos que saberlo por las fuentes de información extranjeras que transmitan desde Argel. O desde Madrid, dado que sobre el Sahara no acaban de coincidir los criterios de UCD, como partido, con los del propio Gobierno. Como sería bien acogida una conferencia del presidente Suárez con los jefes de los partidos parlamentarios ante un tema tan delicado y que puede llegar a atañer a la seguridad nacional.

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