Un Sade en tono menor
Donato Alfonso Francisco, marqués de Sade, es, por su vida y obras, figura clave en la moderna literatura universal. Acusado de impiedad, obscenidad, perversión sexual e incluso sodomía, ha pasado a la historia como prototipo de libertino, profanador de la moral al uso y enemigo de la virtud, a la que no ahorra a lo largo de sus días humillaciones y sarcasmos.Hijo de un diplomático, gran parte de esos días los vivirá en prisión, que llegará a ser para él un hogar habitual mucho más frecuentado que el impuesto por las conveniencias de su familia y tiempo. A ella, como a sus aventuras, deberá gran parte de su leyenda, tanto como a sus juicios numerosos, que acabarán por fijar su actitud ante la sociedad, rebelde a toda costa.
De Sade
Guión de Richard Matheson. Dirección: Cy Endfield. Intérpretes: Keir Dullea, Senta Berger, Lilli Palmer. EEUU. Biografía. Local de estreno: Alexandra.
Su obra literaria incluye novelas, obras de teatro y una serie de cartas publicadas en su mayor parte tras su muerte. En ellas se nos muestra como un autor orgullosamente fiel a sí mismo, precursor de la rebeldía de su siglo, culto, personal y con una cierta visión filosófica del mundo que busca interpretar a su manera.
Modelo de otros muchos escritores posteriores, propicio a diversas interpretaciones, el cine no podía olvidarle, como no le olvidaron los jueces de su siglo. Si éstos no fueron con él demasiado justos, tampoco nuestro tiempo cinematográfico ha acertado hasta hoy a darnos la oportuna versión de sus obras y sus hechos. Basándose en ellos, en su pensamiento y en algunos de sus ensayos teatrales, se ha realizado esta película que lleva su nombre y que pretende acercarnos a su dimensión humana, lejos de las biografías tradicionales.
Sucede, sin embargo, tratándose de Sade, que su propio sentido de la moral choca inevitablemente con la de cada época.
Así, en esta ocasión, el filme se queda una vez más corto, como era de temer, y nos da un marqués de Sade más bien monótono. Para Sade -y en esto se anticipaba a su tiempo- la realidad no existe; sólo cuenta la imaginación, a la que es posible combatir con la misma imaginación de sentido diferente. Pues bien, esto es lo que falta en el filme, un toque a lo Fellini o Russell, algo que nos lleve más allá de la simple acumulación de escenas sin demasiado interés para quienes no conozcan de antemano su verdadera ordenación cronológica.
Las pretendidas orgías del protagonista no son sino modestas fiestas de desnudos en las que la posible perversión se insinúa, con virados de color y profusión de objetivos deformantes. Keir Dullea tampoco pone gran cosa de su parte para hacernos comprender a su personaje; las diversas víctimas o amantes colaboran en lo que pueden con su físico y sólo John Huston, como siempre, da la medida de su cometido con su voz y presencia inconfundibles. En cuanto a la labor del realizador y su guionista, sin demasiada personalidad ni un gran sentido de la narración, aun dentro de ciertos cauces permitidos, es preciso dejarla en poco más que correcta. El propio marqués, en vida, seguramente no hubiera sido con los dos tan indulgente.
Babelia
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