Ciclo de música española contemporánea
La Fundación Juan March y la Dirección General de Música clausuraron el II Ciclo de Música Española del Siglo XX, con un programa dirigido a los Solistas de Madrid por José María Franco-Gil, en el que colaboró Esperanza Abad, soprano.De Profundis nos mostró un Antón Larrauri seguro y expresivo, cuya técnica moderna bien engastada en valores tradicionales consigue matices de honda intensidad para los textos religiosos. Intensidad basada en el juego de las sonoridades y en la abstracción de una suerte de rezo cantado, como dice el compositor.
A partir de algunas estrofas del Cristo de Unamuno, Miguel Alonso -preciso en la idea y en el lenguaje- logra en Nube-Música una obra preciosa y auténtica. Se realiza en ella ese proceso de maduración a distintos niveles y en diferentes direcciones que anhelaba el compositor, en el que la voz de la soprano -hablando o cantandose apoya en o se deriva del continuo sonoro instrumental. ¡Ahí es nada, encontrar la música exacta para el gran D. Miguel! La halló este otro Miguel, tan hondamente ligado a Salamanca, y la transmitió, de modo admirable, Esperanza Abad.
Orquesta de Solistas de Madrid
Director: J. M. Franco-Gil. Solista: E. Abad. Obras de Larrauri, M. Alonso, M. A. Coria, F. Cano y C. Bernaola. Fundación Juan March.
También maduro en su estilo, Miguel Ángel Coria habla con dominio de lenguaje, sencillez y originalidad sustancial en Música de septiembre, de 1975. De lirismo austero y máximo refinamiento sonoro (que no debe confundirse con la búsqueda de gratuitos preciosismos), los pentagramas de Coria poseen gran aliento emocional y un poder de sugerencia que va más allá de la mera sensación. La incorporación de la cinta grabada en el final de la obra me parece gran hallazgo, por cuanto establece una nueva dimensión en el suceder sonoro, al que se une-y del que se distancia, en un todo que me sugiere expectación y soledad.
Ya tiene años, alrededor de una década, El pájaro de cobre, de Francisco Cano, sobre un poema de Carlos Gómez Amat. Pero la obra no ha perdido ni vigencia ni atractivo. Música poética (no todas las que tratan una poesía lo son, ni mucho menos), parece organizar todos sus valores desde el texto en sus diversas significaciones. Se trata, entonces, más que de musicalizar la palabra poética, de conseguir la unión de música y poesía en la doble expresión de un solo concepto en una continuidad flexible y dentro de una gama de colores muy próximos. Cano es un lírico, pero a su manera: sin exceso de efusiones, más incisivo que complaciente. Hay que anotar que El pájaro de cobre gusta más cada vez que se escucha, dato que habla por sí solo.
Para final, Juegos, de Carmelo Alonso Bemaola, que ya comentamos el pasado verano cuando su estreno en Saintes. Título exacto porque se trata de puro juego instrumental y también de puro juego de ideas mini-temáticas que, en su devenir, se enlazan con otros hasta conseguir imágenes unitaras formadas por breves segmentos. A modo caleidoscópico nos llaman la atención tanto las figuras generales como sus partes, a su vez complejas, o sus últimas unidades. Con ello se persigue y logra una pieza de gran belleza, muy pensada para el oído. Hablar de potencia técnica, de cómo Bernaola ha domeñado los problemas de escritura y ha llegado a poseer un pensamiento -propio y original sería, por sabido, pura insistencia. Esperanza Abad -en las obras de Cano y Alonso- y los Solistas, preparados con buen criterio por José María Franco-Gil, supieron hacemos escuchar las diversas obras con claridad y hábito de los lenguajes actuales. El éxito fue tan grande como merecido.
Babelia
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