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Tribuna:TRIBUNA LIBRE
Tribuna
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Reformar la reforma

Aquí, en las provincias, en las de tercera que lo son al estado puro, casi todos son funcionarios: del Estado, de la Diputación, del ayuntamiento, de los servicios sociales... Yo mismo, el primer sueldo que gané (treinta pesetas al mes) a los quince años, fue coino ama de cría de la inclusa. Eso en la nómina, en la realidad era para servirle de amanuense al director de un periódico del conde de Bugallal (fue él quien me hizo nodriza) que era un viejo teólogo exclaustrado que padecía de delirium tremens y no podía valerse... Luego hay las clases pasivas, civiles y militares. Luego vienen los jubilados propiamente dichos y los ciegos de cupón, con sus respectivas burocracias. Y aún quedan esos misteriosos empleados de quita y pon que manejan los caciques para sus trapisondas, prendidos, y destetados alternativarnente, y según quien mande, a la ubre del presupuesto. De resultas de todo ello, aquí nadie trabaja. En realidad vivimos en paro perpetuo aunque con sueldo, vacaciones y seguros de enfermedad. Así que, como tenemos tanto tiempo libre, lo empleamos en hablar. A los clásicos estamentos del ocio retribuido, se añade ahora el refuerzo de los susodichos jubilados y pensionistas que, a causa de su edad y otros desgastes, el único órgano que les queda en buen uso viene a ser la lengua.Donde realmente se trabaja, con las manos que es el modo más fehaciente de trabajar, es en el ramo de la construcción, y para eso se pasan la mitad del tiempo en huelga o esperando a que acabe de llover. Hay otra clase de trabajo de más reciente perpetración. Ocurre en una especie de casamatas, más bien lúgubres, que surgen en las afueras con su cemento enlucido y sus grises tejados de canaleta, todo ello con aspecto de varios presidiosjuntos sobre el modelo de las cárceles modelo que habían de culminar en la de Soria para sosiego y compunción de etarras. Fueron inventados por la tecnocristianocracia del Opus Dei.¿q. e. p. d? Ja, ja. Se llaman polígonos, como si no pudieran ser redondos, para que parezcan más importantes a causa del esdrújulo que siempre enfatiza las cosas. Si bien se mira, la dictadura fue, más que nada, asunto de esdrújulos: patriótico, régimen, hispánico, masónico, carismático, sumarísimo, generalísimo con todos sus derivados: cuñadísimo, yernísimo, hermanísimo, primísimo, aunque éste le salió por la culata. Todos estos superlativísimos brotaron de un doble esdrújulo encabalgado o centáurico: democrataorgánico. Como los polígonos están en lugares desiertos, donde se podían expropiar los terrenos de los labriegos por cuatro reales, y no hay posibilidad de encontrar interlocutores, pues no hay más remedio que meterle mano a la faena, ya que las máquinas por lo general son sordas y han condenado el trabajo a eterna mudez....

Más no divaguemos y vamos; a lo que íbamos. Como en las provincias todos nos conocemos hasta la consumación y ya no vale la pena hablar unos de otros, hablamos de política, que es como salirse de las agotadas desnudeces de la vida privada para entrar en los laberintos, ringorrangos y arrequives de la pública. Y si algún convecino vuelve a servirnos de tema, aunque con otras variaciones, es en cuanto le entra la tentación de protagonizarse, más allá de las infidelidades conyugales y recíprocas, o de los desfalcos subrepticios, o quizá para dar suelta a las represiones del sadomasoquismo, que tainbién acomete en las provincias, con sus ataques de strip tease que, como se sabe y habida cuenta de la casi general fealdad física, moral e intelectual, de los políticos puede ser una forma de agresividad. Lo dicho sirve para ambos sexos aunque en tiempos de menos feminismo, es decir de más coherente relación entre vocabulario y conducta, la mujer que se metía a hacer vida pública era otra cosa, que aún sigue siendo la misma en el lenguaje verboconfesional de la pequeña burguesía española cuando alguna de estas sirvengonzonas se pone a decir en voz alta o a vociferar ante el público vocablos como sexo, útero, divorcio, aborto, píldora, coito, menstruación y demás. Si el lector me permitiese una interpolación (yo soy un escritor desmerecido por mi tendencia a las interpolaciones) traería aquí, sólo que como ejemplos de más alto nivel, algunos de estos protagonismos políticos con sus strip teases ora desfachatados, ora inconscientes, que son los menos: El pequeño, aunque de resultados grampicarescos, maquiavelismo abulense de don Adolfo Suárez aspirando a la investidura vitalicia, con manto de armifío o sin él, que por menos empezó Napoleón y poniendo a la Oposición entre la espada y la pared; y por si esto fuera poco designando, a dedo, para la otra presidencia, a don Landelino Lavilla, nombre deslizante, apaciguante, sin una r ni una j, ni una z que puede resultar un camuflaje fonético y esconder, tras la patte de velours, la garra que es el fallo dialéctico de UCD mientras no logre absorber al señor Fraga, que todo se andará. Y aún puedo añadir a estas sutiles -como mías- deduciones fonéticas, las fisiognomónicas, aprendidas en mi maestro, J. C. Lavater, que nos darían la imagen, conjetural y retrospectiva de un Landelino como canoro paje trovador del gótico florido con escolaridad ignaciana al fondo, y que ahora explosiona repentino desde la jupiterina silla curul blandiendo rayos jurídicos que, como los atómicos, son los de mayor duración, dispuesto a poner varias picas, si no en Flandes, en el pestorejo del PSOE... La entrada altanera y perdonavidas de don Blas Piñar quien, digárnoslo en su honor, vive en perenne strip tease nazifascistafalangista, ingresando como bastonero imperial en el baile de tranca de las Cortes. A estos realces del protagonismo político ya en acción, se puede añadir como novedad de la temporada el inminente boicot al Parlamento, de los Herri Batasuna, precisamente elegidos para estar en el Parlamento, como insistente connotación de la impermeabilidad y dureza de la «cránea vascónica», ya solfeada en su tiempo por el vasco Baroja.

Y en el fértil y travieso campo de los rumores, he aquí dos reprotagonizaciones de la izquierda que ocurren contradictoriamente en el terreno de la mística y verosímiles de suyo, porque también hay una mística del pataleo: Felipe González va a fichar para otra cofradía, en vista de que el Santo Cristo de su devoción sevillano fichó para la derecha gubemamental, como era su deber. Y que el notable remozamiento de don Santiago Carrillo se debe a que los eurocomunistas italianos le mandaron secretamente el otro brazo de Santa Teresa hallado en Roma, en las ruinas de un convento carmelita, volado por los carbonarios hacia 1846.

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Rematada la abusiva interpelación y empalmando con lo referente a mi obispado y provincia, digo también que cuando algunas de estas protagonizaciones sobreviven, nos juntamos para hablar con ensañamiento o con moderado examen. Y si el protagonismo es descarado, utilitario y/o oportunista, despachamos al sujeto con meras interjecciones o añadidos interjeccionales. Por ejemplo: !ah! ioh! icoño! ies que es la hostia! ¡chaquetero! ¡vaya tío! icabronazo! etcétera.

En estas jornadas municipales nos liemos referido, con asombro, a la increíble falta de atención de los partidos para lo que hubiera resultado un factor propagandístico de primer orden: Devolver su nombre a los topónimos y callejeros, machacados con urgente saña por los «salvadores» en cuanto pusieron la pezuña en ciúdades y lugares. La reforma que, ciertamente sirvió para mucho, no sirvió para reformar a innumerables reformistas; que metió de matute todo lo que quiso, a fuerza de consensos, mezcla de chantaje, de vaselina, de «trágala» y de chulería bien hablada y mejor trajeada; argüidora incansable de modus vivendi, que J. Camba traducía como «vamos tirandi», ahora resulta que estos señoritos que nos estuvieron tomando el pelo, dejando en su sitio, entre otras mil cosas, los más provocativos nombres y alegorías del régimen presuntamente depuesto luego de tres años de presunta democracia. En algunas oficinas públicas, todavía hay que apechugar con el retrato del que, a pesar de llevar tantos meses enterrado, sigue siendo para muchos sebastianistas y campeadores insepulto paladín de futuras victorias. El caudillo aún cabalga en su babieca de fundición, enarbolando bastón de mariscal, en la plaza más amplia de El Ferrol, que en los documentos oficiales sigue llamándose del Caudillo. El gobemador de esta provincia, de sugerencia saducea y de nombramiento arias-navarreño, cuya gestión se hizo famosa por sus prohibiciones y multas, sancionó hace unos días con medio millón de pesetas a unos chicos y chicas que, con aire festero, gaitas y todo eso se pusieron a pegar papeles sobre los rótulos de la usurpación, devolviéndoles su nombre antiguo. Por esos mismos días, el mismo preboste irreformable despachó a una comisión de mujeres que iban a quejarse de no sé qué, diciéndoles «que ese era el precio de la democracia», zurdo equivalente al «con Franco se estaba mejor».

Naturalmente el vecindario, de aquí y de todas partes, se pregunta ¿hasta cuándo hay que sopotar estas ofensas y apencar con los donde dije digo digo diego, en los borrar con el codo lo que escribe con la mano y en hacer como que se barre hacia afuera dejando el cisco dentro? La corrección de todo ello no puede dejarse al arbitrio de unos futuros alcaldes que, so capa de ucedistas, siguen siendo franquistas. Si se procediese con más respeto al pueblo, después de haberle socaliñado el voto con hipócritas promesas, tal corrección no podría ser más fácil: Una disposición o ley nacional ordenando retirar perentoriamente los letreros, iconografías y símbolos, que nos recuerdan a cada paso los «cuarenta años indignos», devolviéndoles a calles y lugares los nombres que tuvieron hasta el 18 de julio de 1936; o si lo quieren más democrático, hasta el 14 de abril de 1931. Sin olvidar la clausura de ese tragicómico esperpento triunfalista que es el Valle de los Caídos, armado sobre la humillación, y tantas veces sobre la sangre, de «los vencidos» reclutados como pelotones para «la redención por el trabajo».

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