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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Picasso erótico

El rutilante éxito de la exposición Picasso erótico, organizada por el museo Picasso, de Barcelona, a iniciativa del actual delegado de Cultura del Ayuntamiento, Joan de Sagarra, y preparada por la directora del museo, Rosa M. Subirana, hay que analizarlo desde una perspectiva netamente sociológica. No hay lugar a dudas que Picasso, su mito, su fuerza proteica, su leyenda, tienen suficiente poder como para atraer al público, entre el que cabe incluir a especialistas y a gentes atentas a la vida cultural en el más amplio sentido.Pero la exposición Picasso erótico ha roto todas las previsiones, ha sorprendido a la misma empresa y ha elevado las cotas de la visita anual al museo -por otra parte, el más visitado- a niveles insospechados. Literalmente, el público invade la exposición y aguarda atentamente, incluso en prolongadas colas, la visita a esta extraña y a la vez atractiva muestra picassiana.

Museo Picasso

Montcada, 15. Barcelona.

¿Cuáles son los factores que ha contribuido a que se produjera un fenómeno semejante? Sin demérito de Picasso, hay que atribuir, desgraciadamente. una parte destacada de ese éxito a la clandestinidad. A las mordazas que han imperado en nuestra sociedad y que bajo coberturas seudomoralístas impedían que obras de airte de temática, llamémosle erótica, pudieran ser exhibidas sin reparos. La hoja de parra, las posiciones ocultacionistas, la sobreposición de vestidos y bragueros en escritura, miles de ejemplos servirían para poner en evidencia una larga pesadilla que en algunos sectores reaccionarios sigue prevaleciendo. Al límite que el mismo delegado de Cultura, antes de la inauguración, temía por una posible represalia o prohibición por parte de las. autoridades gubernativas. Circunstancia que afortunadamente no se ha dado y que ha permitido incluso la prórroga de la muestra hasta el día 15 de abril. Circunstancia esta que no es tan específicamente de nuestro país, ya que en París, hace once años, hubo que clausurar una exposición en una galería privada por el rechazo del público puritano ante las exultantes y espontáneas manifestaciones picassianas.

Lo que está muy claro es que la obra de Picasso, la de esta muestra y la de toda su amplia producción, siendo muy erótica, no es nada pornográfica. La fuerza sensual, el dinamismo vital de todo el arte de Picasso está inspirado y movido por la líbido. El amor y las rotaciones sexuales son un motor de permanente acción en la vida y en la obra de Picasso. Su carrera empieza con esos dibujos que ahora salen a la luz y que por casi ochenta años han permanecido ocultos, dibujos que recogen la vida prostibularia y bohemia de la Barcelona del 1900 y casi concluye con la serie El pintor y la modelo. Aquellos aguafuertes y aguatintas de 1968, en que (le una manera desenfadada y exagerada trata el tema del amor carnal, que, indudablemente, nos remiten a Rafael y la Fomarina en la versión de Ingres y que también están en la muestra.

Las esposas, las amigas, las aventuras y galanteos de Picisso no pueden ser contabilizados. Su vida fue una innúmera sucesión de contactos sentimentales y sensuales que a la fuerza tenían que reflejar se en su producción, eran parte de su furia creativa. Se entregaba con igual vehemencia a los escarceos amorosos como a la pintura, el dibujo y el grabado, sin reparos, sin represiones, sin inhibiciones. Acaso pecando por exceso, y no por defecto, porque para él todo era exagerado, había que llevarlo al extremo. En cada uno de estos cuadros está su vida, en muchos de ellos incluso se autorretrata. Lozano y vigoroso en los primeros años y frustrado y desesperado por la impotencia en los últimos, pero siempre reflejando la estrecha vinculación de su obra con Eros.

La acertada selección de 58 obras picassianas expuestas en el museo de su nombre, incluye diez dibujos de 1901 a 1902, con escenas de burdel, otro dibujo de la misma época donado por Picasso en 1970, once composiciones humorísticas dibujadas sobre páginas de revistas en las que aparecen modelos publicitarios, dedicadas a su amigo Jaume Sabartés, otro gran erotómano, una serie de diez linoleums, aguatintas y aguafuertes de la colección El abrazo, donada por Sabartés al museo, y veinticinco aguafuertes de la fogosa serie de 1968, pertenecientes a los escandalosos grabados expuestos en París en la galería Louise Leiris, provocadores del escándalo ya mencionado.

Son, pues, varias las circunstancias favorables que se han dado en este caso: la liberalización de la moral pública, la prescripción del plazo legal que permitía a los implicados y sus familiares demandar, la euforia porno-erótica del momento, el sensaclonalismo que le ha prestado la prensa no especializada, el gancho del tema y, evidentemente, los méritos picassianos. Su hedonismo, su concepción epicúrea de la vida, están ahí reflejados sin reparos, sin tapujos de ninguna índole, transformando en algunos casos el pincel en un auténtico símbolo fálico.

Un Picasso que hace y deshace, que supo dominar todos los recursos técnicos que están al alcance del artista y que desde su primera juventud barcelonesa hasta su senectud en la Costa Azul, pasando por encima de corrientes y tendencias, supo mantener un quevedesco sentido de la vida y, como dijo Guillermo de Torre, «Picasso, toujours s'amuse».

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