La guerra y la paz
Desde que el arte y la guerra existen, es decir, desde que el hombre es hombre, los hechos bélicos siempre dejaron memoria de si según la fuerza o la inspiración de aquellos que los protagonizaron o padecieron. Las que modernamente suelen poner a su favor los grandes medios de difusión, enrolados forzosamente para cantar sus justificaciones, suelen pagar en la paz tales derroches triunfalistas con una serie de filmes antibelicistas. En tal sentido, y referidas a las dos últimas contiendas, pueden servir de ejemplo Sin novedad en el frente o Los mejores años de nuestra vida.Ya se sabe que tales contiendas cambian a los hombres, incluso a aquellos que no pisaron nunca las trincheras; así la del Vietnam, que en un momento vino a significar algo más que una victoria o una derrota, poniendo en crisis la conciencia de la nación americana. De esta crisis se habla poco en esta película; mas que tal guerra trascendió más allá de los puros acontecimientos militares lo demuestra la censura que, una vez terminada, cayó sobre sus imágenes. Hoy, al cabo de una década, una vez levantada la veda, los americanos ven alzarse ante sí tales fantasmas, ya un poco olvidados, más como acusación velada que como agudo análisis.
El cazador
Dirección: Michael Cimino. Guión: Deric Washburn. Argumento: Michael Cimino, Deric Washburn, Louis Garfinkel y Quinn K. Pedeker. Fotografía: Vilmos Zsigmond. Intérpretes: Robert de Niro, John Cazale, John Savage. Dramática. EE UU. 1978. Local de estreno: Gran Vía.
Michael Cimino ha creado su filme de casi tres horas en torno a un personaje colectivo, pues aunque la acción se centre en el grupo de amigos, tres de los cuales son llamados a Glas, el pueblo donde viven, se emborrachan o casan, resulta verdadero protagonista, símbolo de un tiempo y unos hechos. El filme comienza con días de paz y boda en la pequeña comunidad ortodoxa, para acabar en ceremonia de muerte ante ese mismo templo, cerrando así todo un cielo vital dividido en dos partes por los días de una vaga y lejana contienda. Tal guerra, vista en el filme parcialmente sin que se explique sus motivaciones ni a nosotros ni a sus protagonistas, se nos da, por supuesto, desde el punto de vista americano. En ella hay dos niveles de narración: uno que alude fundamentalmente a la imagen habitual de una pequeña villa industrial americana, con sus conflictos de gente de aluvión, capaz aun de cazar al sol o trabajar en el infierno de los hornos, muy cerca de la mejor tradición de la literatura americana. La otra corriente narrativa de menor calibre o entidad echa mano de recursos más fáciles. A su cuenta debemos anotar algún que otro recurso efectista y la historia total de la ruleta rusa, con su trágico desenlace.
El resto de la comunidad, con su galería de tipos originales, con sus muchachas vestidas de boda pateando la nieve, viene a mostrarnos la vitalidad de un cine que si en tiempos de guerra es capaz de alinearse, en tiempos de paz, y aun dentro de su reconocida categoría. continúa incapaz de hacer balance de unos años que aún hoy permanecen a la sombra de un gran interrogante.
Babelia
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