Grave cogida de Ricardo de Fabra
Plaza de Valencia. Novena y última corrida fallera (lunes). Cinco toros de Maribel Ybarra, Inválidos, y uno (cuarto) de Juan Mari Pérez Tabernero, con sentido Ricardo de Fabra: media estocada baja (oreja). Cogido en el cuarto. Dámaso González: estocada baja y dos descabellos (aplausos y saludos). Bajonazo (palmas). Bajortazo utilizando como engaño una chaqueta (dos orejas). Niño de la Capea: dos pinchazos muy bajos, estocada trasera, dos descabellos, aviso y dos descabellos más (pitos). Estocada caída y tres descabellos (gran bronca y lluvia de almohadillas). Parte facultativo: Ricardo de Fabra sufre cornada en región escrotal, de siete centímetros, que diseca piel y tejido celular subcutáneo y sale por la línea media del escroto, produciendo otra herida, la cual causa hernia testicular. Otra cornada en cara posteriointerna del muslo derecho, de cinco centímetros de extensión, con trayectoria hacia abajo, afuera y atrás, de quince centímetros, que produce grandes destrozos en los músculos de la región y discreta hemorragia. Pronóstico grave. Firma el doctor Felipe de Luz.
El cuarto toro le pegó tres cornadas a Ricardo de Fabra, quien había estado voluntarioso en el primero. Honrubia y Capilla pusieron la plaza en pie con sus pares de banderillas. Dámaso González hizo un alarde de temeridad, de esos que ponen los pelos de punta. Y no hubo más en la última corrida fallera, aparte de la invalidez del ganado y la pesadez de los señores González y Moya, de profesión sus derechazos.
Ya ha terminado la feria y aquí se ha visto que a la afición valenciana la han tomado el pelo. Lo del cambio de empresa ha sido algo así como el truco del almendruco. La anterior tenía al público de uñas, porque soltaba ganado, sin fuerzas, y la presente incurre en el mismo error. La diferencia es fue ahora no hay «palco de los dcctores», el cual ha sido disuelto por una avispada política de relaciones públicas, y, como consecuencia, se han abortado las protestas orquestadas.
Pero la gente está harta, y ayer de nuevo surgió el escándalo por la invalidez de las reses. Salvo las de Fabra (exacto: el diestro de menos cartel), no se tenían en pie. Dámaso González y el Niño de la Capea pegaban pases, a despecho de gritos y almohadillazos, además sin calidad, y este último, para colmo, no podía con sus toros. Hubo, sin embargo, un alarde de Dámaso en el quinto, cuando se pegó a los pitones, hacía el péndulo, aró la muleta, se arrodilló, metió lentamente la cabeza entre las astas y luego entró a matar utilizando como engaño la chaqueta que le había arrojado un espectador. Armó el alboroto, como es lógico. Muchos espectadores, fuera de sí, daban saltos.
También se entusiasmó el público con. los pares de banderillas de Honrubia, arte puro, y uno de Capilla, meritísimo, saliendo de tablas. Fue lo más torero de la tarde. Y Fabra contó con el calor de sus paisanos durante [a faena al primero, que no pasó de discreta, aunque el toro tenía gran nobleza. Al cuarto, de muchos sentido, lo citó sentado en el estribo y salió volteado de forma impresionante.
El fin de fiesta ha sido un broncazo monumental al Niño de la Capea, con almohadillazos. Restalla la traca y los valencianos se disponen a vivir la Nit del Foc. Las corridas falleras ya son historia. Tienen un balance muy pobre en cuanto al ganado. Pero las promociones jóvenes de toreros se han dejado ver aquí y han pedido paso. Sólo por esto, la feria puede ser importante.
Babelia
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