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Entrevista:

Alberto Galindo: "Einstein arrojo por la borda prejuicios, como el espacio absoluto y la simultaneidad absoluta"

Pregunta. ¿Por qué se considera a Einstein como uno de los genios científicos más grandes que ha producido la humanidad?

Respuesta. Por la trascendencia de su obra. A los veintiséis años, en el año 1905, publica, entre otras, tres memorias científicas de primera magnitud en los Annalen der Physik. En una, sobre el movimiento browniano, guió y clarificó los estudios tendentes a mostrar que los átomos y moléculas tienen existencia real, observable. En otra, suministró la explicación cuántica del efecto fotoeléctrico; se convierte así en uno de los fundadores de la física cuántica y recibe, por ello, el Premio Nobel. Y en la tercera, erige en solitario, y por. completo, todo el edificio conceptual de la relatividad especial.

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P. ¿Dónde residen los aspectos revolucionarios de su aportación científica?

R. Aunque cualquiera de sus dos primeras contribuciones que he citado bastarían para consagrarle como un gran físico, es su teoría de la relatividad (especial, primero, y general, más tarde) la que justamente le da fama universal. Einstein hereda, como científico de su época, la mecánica de Newton y la teoría electromagnética de Maxwell. Aquélla lleva dos siglos de éxitos experimentales. Esta, medio siglo tan sólo. Pero, aparte de que la estructura matemática de las ecuaciones de Maxwell le es subjetivamente más atractiva que! la de las ecuaciones de Newton, existen aspectos irreconciliables entre ambas, como son el principio galileano de que los fenómenos mecánicos son incapaces de detectar velocidades absolutas, y la aparente constancia de la velocidad dé la luz en el vacío. Convencido de la unidad de la física y de la belleza de las leyes fundamentales, Einstein arroja por la borda, con genial audacia, prejuicios tales como el espacio absoluto y la simultaneidad absoluta. Y tras un análisis operacional cuidadoso de los procesos de medida de espacio y tiempo, construye su marco, conceptualmente revolucionario, de la relatividad especial: un espacio-tiempo como unidad inseparable, una mecánica donde la masa de un móvil crece con la velocidad, donde el tiempo sufre una dilatación real y las longitudes, contracciones también reales cuando los relojes y las unidades de medida se mueven; una mecánica, en fin, donde la materia ya no se conserva, sino que es trasmutable en energía y viceversa.

P. ¿No resulta extraño en un científico acudir a argumentos como unidad y belleza en su búsqueda de la verdad?

R. No, en general, y menos en Einstein, que creía profundamente en la inteligibilidad del Universo. De hecho, esos argumentos, unidos a una intuición física excepcional, fueron constantes de su discurrir científico. Y quizá aparecen con más plenitud en lo que se considera su máxima creación: la teoria de la relatividad general. Elaborado, entre 1907 y 1916, da forma en ella a la vieja idea de Kepler «ubi materia, ibi geometria». La gravitación universal como curvatura del espacio-tiempo. Una idea excepcionalmente bella, que Einstein concibe en 1907, pero que tarda siete años en plasmar en ecuaciones matemáticas. La unidad de las leyes físicas (principio de equivalencia fuerte) y la belleza de las mismas (covariancia general y renuncia a geometrías apriorísticamente, dadas) fueron, con otras, las, líneas básicas de su búsqueda.

P. ¿Es cierto que Einstein no aceptó nunca la teoría de los quanta porque, según él, Dios no juega a los dados?

R. Efectivamente, y mantuvo esta postura hasta su muerte. Aunque admiró la mecánica cuántica por lo ajustado de sus predicciones, nunca La consideró como una teoría acabada, sino como un modelo eventual de trabajo. Sus discusones con Niels Bohr hicieron historia. El indeterminismo cuántico era inadmisible para Einstein. En cuanto a la relatividad general, ha sido ésta un verdadero infierno para los físicos experimentales, pues, aparte de las primeras verificaciones de la teoría a nivel de nuestro sistema solar, ha sido preciso esperar a los avances tecnológicos de la segunda mitad de este siglo para comprobar toda la riqueza de las ecuaciones de Einstein. Y así, en diciembre pasado, se anunciaba la primera evidencia experimental indirecta de la existencia de las ondas gravitacionales. Pero quizá una de las predicciones más asombrosas de la gravitación einsteniana y que más ocupan hoy a los relativistas sean los agujeros negros, para los que experimentalmente aún no hay evidencia firme, pero sí candidatos probables.

P. ¿«Agujeros» en el espacio? ¿Y por qué «negros»?

R. Sí, agujeros. Objetos astrofísicos (como estrellas muy masivas) que por efecto de su propia gravitación han colapsado totalmente y engullen cuanta materia o energía se aproxima demasiado a ellos. Y agujeros negros, porque su campo gravitacional es tan poderoso que no deja escapar la luz. Irónicamente, se ha probado hace muy pocos años que sólo los principios cuánticos parecen permitir la existencia de estas criaturas esotéricas de la relatividad general, siempre que las leyes de la termodinámica, a las que Einstein concedió larga vigencia, sean válidas. De ser así, Einstein, sin sospecharlo, habría dado. albergue teórico, y quizá real, a unos objetos en cuyo interior Dios arrojaría los dados, aunque no pudiéramos verlos.

P. ¿Es la concepción actual del Universo la misma que antes de Einstein?

R. Radicalmente distinta. La relatividad general ha permitido una cosmología; es decir, una teoría global del Universo, en la que éste es dinámico, variable, en contraste con la dogmática inmutabilidad de los cielos que se aceptaba a principios de siglo. Tan arraigada era esta creencia, que Einstein cometió en 1917 la mayor torpeza de su vida, según diría él mismo más tarde, al modificar sus ecuaciones para evitar un Universo evolutivo. Pues trece años después, Hubble descubriría la recesión de las galaxias, esto es, la expansión del Universo. Hoy se acepta la cosmología relativista de un Universo actualmente en expansión, que empezó hace unos 10.000 millones de años en un tremendo big-bang o explosión. De ser un Universo cerrado, tal como Einstein imaginó, posiblemente su final (a no ser que los principios cuánticos lo eviten) sea una contracción, seguida de colapso, hacia un gigantesco agujero negro.

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