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Municipales 1933, primeras elecciones en las que participó la mujer

Las elecciones locales se han resuelto siempre en España más por cuestiones ideológicas que por ofertas estrictamente municipales. Así fue en 1931, cuando la elección de alcaldes y concejales determinó la instauración de la República y lo mismo ocurrió en las últimas elecciones municipales, celebradas el 23 de abril de 1933. «Consolidar la República, hacerla llegar a los pueblos, donde aún se vive como en la dictadura» fue uno de los lemas más repetidos en la campaña.

Fue esta la primera consulta electoral en la que participó la mujer. Su voto, inclinado claramente hacia la derecha, supuso un serio revés para los partidos de izquierda, que habían hecho posible la participación de la mujer en los comicios.Un total de 330 concejales salieron a disputa en la provincia de Madrid. Aspiraban a ellos once listas electorales, además de múltiples candidaturas independientes. La provisionalidad democrática que vivía aún el país se tradujo en la presentación de numerosos partidos cuyas diferencias ideológicas son hoy difíciles de establecer. La sopa de letras no es, por tanto, un invento del posfranquismo, sino un antiguo vicio de la política española. Por citar tan sólo un ejemplo, baste decir que en la provincia de Madrid se presentaron candidaturas socialistas, radicales socialistas, radicales socialistas de izquierda y radicales. Entre las cuatro opciones consiguieron 237 concejalías, el 77% del total.

Los programas electorales, prácticamente inexistentes, ocuparon un segundo plano durante la campaña. Los líderes de los grandes partidos prefirieron -esta es otra constante histórica- arremeter contra los demás antes que exponer su propia oferta electoral. No son tanto los proyectos y realizaciones de unos y otros los que deciden las elecciones, sino la habilidad para sacar la ropa sucia del contrincante.

Resulta chocante, por otra parte, que en plena etapa preelectoral -la campaña, con unos límites definidos en el tiempo, no existe- la prensa y los propios líderes dediquen más atención al segundo aniversario de la República o a la preparación del 1 de mayo. En medio de este clima nadie pareció extrañarse de que el propio presidente de las Cortes, Julián Besteiro, abandonase la campaña socialista para descansar en la feria sevillana de abril.

En medio de unas elecciones presididas por el caciquismo y la inseguridad ciudadana, Madrid fue una isla de relativa calma. Los periódicos no recogieron ningún incidente realmente grave en la capital, en tanto que reseñaban la suspensión a tiros (un muerto y varios heridos) de un mitin socialista en Toledo, disparos en otro acto electoral de Salamanca, un atentado frustrado en Jaén contra el diputado socialista Alvarez Angulo y la cancelación de varios actos electorales derechistas en Astorga (León). También en Salamanca, el17 de abril un grupo de caciques irrumpió en un mitin izquierdista disparando contra los asistentes.

Entre tanto, los problemas municipales apenas afloraron en la campaña. El Socialista concedía importancia a estas elecciones, porque «acercan paulatinamente a los socialistas a un Gobierno monocolor». La lucha contra el caciquismo ocupó también un primer plano de la propaganda política. «Llevar la República a los pueblos» y «terminar con las dictaduras pueblerinas» fueron dos frases reiteradas a lo largo de una campaña que se efectuó fundamentalmente mediante mítines y carteles.

La victoria electoral en la provincia de Madrid correspondió a los radicales, que lograron 124 concejalías sobre las 330 que estaban en litigio. Les siguieron los socialistas, con 65, y los agrarios, con veinticinco. Cabe destacar que los independientes lograron hasta 59 puestos, en tanto que el todavía incipiente Partido Comunista hubo de conformarse con colocar tan sólo a dos militantes suyos.

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