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Leone y Rumor, dos sospechosos que se salvaron del proceso

Sentenciado ya el histórico proceso de la Lockheed, hay quien piensa en Italia que los verdaderos culpables, por parte democristiana, no han sido procesados: el que era presidente del Consejo de Ministros cuando se produjeron los sobornos, Mariano Rumor, y el presidente de la República, Giovanni Leone, íntimo amigo de uno de los condenados, Antonio Lefèbvre, quien junto a su hermano Ovidio, desempeñó un papel clave en el asunto de los sobornos.Organos de información italianos, como el semanario socialista L'Espresso, habían señalado a Leone, cuando estalló el escándalo, como el principal responsable de este caso de corrupción. También apuntaban, junto al ex presidente, a los también democristianos Mariano Rumor y Luigi Gui, presidente del Consejo de Ministros y ministro de Defensa, respectivamente, y al socialdemócrata Mario Tanassi como responsable en el affaire.

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El ex ministro italiano Tanassi, condenado a dos años y cuatro meses por corrupción

El Parlamento italiano sólo dio vía libre al proceso contra Tanassi y Gui, y contra nueve personalidades «no políticas» que fueron los personajes encargados por la Lockheed para corromper a los miembros del Gobierno.

La «negociación» para la compra de los aparatos Hércules C-130 de la Lockheed fue iniciada cuando Gui era ministro de Defensa y concluyó con su sucesor en el ministerio, Tanassi. Fue precisamente durante este período, según declararon los hermanos Lefèbvre, cuando estos entregaron a los políticos italianos tres sobres «abarrotados de dinero».

Fue Gui quien firmó la primera carta para la adquisición de los famosos aviones. Se le acusó de haber recibido 78.000 dólares (casi cinco millones y medio de pesetas). Sin embargo, las acusaciones contra Gui han sido las más difíciles de probar y los mismos hermanos Lefèbvre han tratado siempre de exculparle.

Cuando el pasado lunes se anunció el plazamiento de la sentencia (fijada para dicho día el sábado anterior), la opinión pública temió entonces que el hecho suponía una especie de «golpe de mano» de la Democracia Cristiana para salvar a Gui, a quien siempre, y Aldo Moro el primero, consideró siempre inocente.

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