Jessy Norman, en Ravel y Gluck
La actuación de Jessye Norman era principal atractivo del último concierto de la Nacional. La potencia de su voz, el encanto de un color oscuro, la seguridad de sus ataques y una indiscutible manera de hacer muy personal, cuajaron en versiones del todo plausibles. No es que las canciones de Ravel sobre la Scherezade, de Klingsor, tan excepcionalmente bellas, me parezcan lo más adecuado para la Norman, pero lo cierto es que supo replegar su caudalosa materia para «hundirla» en el misterio de «Asia», La flauta encantada y El indiferente, y hacer verdadera poesía. Más a tono con sus cualidades el aria de Alceste, de Gluck, fue entendida con brillantez incluso excesiva y expuesta con soberana técnica. La colaboración de Skrowachewski fue mediocre aun cuando ajustada.No alcanzó niveles de dignidad para una orquesta como la Nacional, el Divertimento, de Bartok, por más que los profesores -en especial Jesús Corvino- pusieran todo de su parte. Para empezar, que una obra tan de repertorio la dirija con partitura un maestro de experiencia, mucha actividad e incluso excelente compositor, resulta extraño. No menos, la inseguridad de batuta, la pobreza sonora, el escaso vigor y, en suma, cuanto hizo aparecer el trabajo como una suerte de lectura. Con todo y ser más segura y brillante, la Primera de Brahms,ofrecida por el director polaco no supuso contribución de mayor interés. El éxito grande fue, con toda lógica, para Jessye Norman.
Orquesta Nacional
Director: Stanislaw Skrowachewski. Solista: Jessye Norman. Obras de Bartok, Gluck, Ravel y Brahms. 23, 24 y 25 de febrero.
Babelia
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