Homenaje a Conrado del Campo y actuación de Bruno Gelber
Orquesta Sinfónica de RTVE.
Director: Odón Alonso. Solista: Bruno Leonardo Gelber. Obras de Conrado del Campo, Mendelssohn y Brahms.
Días 24y 25 de febrero.
Ultimo homenaje a Conrado del Campo con la interpretación de su Evocación y nostalgia de los molinos de viento, expuesta con claridad y, exacta intención por Alonso y los sinfónicos radiotelevisivos. Se trata de la última partitura sinfónica del maestro, tras la cual sólo compuso el Quinteto, premiado con el Samuel Ros que sonaría ya después de muerto Conrado.
El 15 de diciembre del 52, la Sinfónica de Madrid, bajo la dirección de Hugo Balzer, puso en programa la Evocación, que obtuvo excelente acogida pero que, desde entonces, no había vuelto a interpretarse. Estamos ante música poemática, idealista y española. La orquesta suena más clarificada y las ideas fluyen incesantes en una especie de paisajismo sonoro que antes que describir recoge las íntimas sensaciones del compositor ante los campos de la Mancha y sus molinos sobre: los que se alza la sombra de Don Quijote. De Strauss ya queda poco, como no sea un sentido narrativo, un concepto de «música en prosa» y ese no dejar de escuchar los ecos del romanticismo. El material melódico responde a características populares, aun cuando diste mucho de la explotación folklorística, del «fácil o difícil acarreo» de datos prestados. En ocasiones, incluso, parece Conrado recordar la ideología de quien fuera su maestro, hoy totalmente desconocido, Emillo Serrano. De todos modos este casticismo universalista, esta estrecha fusión de paragermanismo y españolidad, representa una línea distinta de la cultivada por la mayoría de los contemporáneos de Del Campo. Desde tales supuestos y moviéndose con entera libertad, Conrado logra una página de larga y expansiva belleza. El público rindió homenaje al maestro de tantas generaciones españolas cuando Odón Alonso alzó la partitura de Evocación y nostalgia de los molinos de viento.
Bruno Leonardo Gelber, el fabuloso pianista argentino, obtuvo un triunfo fuera de serie con una obra al margen de lo que mi colega Gómez Amat denomina «los cuarenta principales de la música sinfónica»: el primer concierto de Mendelssohn. Partitura en la que se advierte cierto aire «de salón» sobradamente superado por el formidable bien hacer del compositor del Sueño de una noche de verano. Dentro de su expresión afable, placentera, de burguesía satisfecha, el «concierto en sol menor» presenta notables atisbos de futuro y, a veces, la premonición del mismo Brahms asoma por los quicios de una música pensada y escrita en 1831, el año de Sonámbula, Roberto el diablo, valses del veinteañero Chopin, y Armonías, de Liszt, cuyo primer concierto está en el telar. También el año de la revisión de la Fantástica, de Berlioz. El espíritu de las «romanzas sin palabras» habita la gran forma de «concierto» para otorgarle característica sustancia de un romanticismo sin drama. Gelber, fascinante en su sonido, avasallador en su poderío mecánico, sobrio y comunicativo en la expresión, dio a la página una traducción esplendorosa, digna de lo que él es: un auténtico maestro del piano.
En fin, como en la Nacional, nos visitó Brahms, el de las luengas barbas, en su sinfonía más íntima y recogida: la segunda en re mayor. Odón Alonso y la Orquesta de RTVE demostraron, una vez más, su especial aptitud para estos pentagramas, lo que viene siendo una «constante» en nuestras formaciones sinfónicas. Plena de lirismo, clara en su textura, lógica en sus procesos evolutivos, la «segunda sinfonía» sonó muy bien y la versión fue acogida con insistentes muestras de aprobación.
Babelia
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