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Julio Caro: "Recuperar los problemas del pasado para crear algo nuevo" Conferencia sobre "Antropología y Literatura"

A juicio del historiador, antropólogo y ensayista Julio Caro Baroja es indispensable retomar los problemas irresueltos del pasado para poder construir algo nuevo. Con esa sugerencia concluyó el pasado martes su conferencia sobre Antropología y literatura, en la sede de la Asociación de Mujeres Universitarias y ante un salón de actos repleto (unas trescientas personas).

Para el antropólogo queda muy claro la habitual manipulación sobre «lo español», tras cotejar y comparar las interinfluencias europeas. Nada o casi nada en el ámbito de la cultura es específico de un pueblo, y mucho menos en los siglos XIX y XX. Comenzó su conferencia destacando la inclinación de los científicos y literatos españoles del siglo XIX por una de las corrientes antropológicas de la Europa decimonónica. En España, curiosamente, tuvieron más arraigo las tesis de Lombroso y su antropología criminal que las teorías evolucionistas, en boga en Gran Bretaña o Alemania.Azorín, en uno de sus primeros libros, se refiere a la sociología criminal, prologado por Pi y Margall y editado en 1899. En él -añadió Julio Caro- se estudian las doctrinas de Lomboso, de las que discrepa el escritor, desde un punto de vista ideológico, y considera que siguiéndolas se pueden producir sentimientos reaccionarios frente al crimen. El ejemplo de Azorín fue uno de los citados por el conferenciante para demostrar la continua interrelación entre las doctrinas italianas, francesas y, en general, de toda Europa, con las proclividades de los escritores y científicos españoles. «Hay una especie de calco continuo y traducciones abundantísimas, sobre todo del italiano.» Además de Azorín, Julio Caro citó a Bernaldo de Quirós y José María Llana

La vinculación con la literatura se acentúa cuando los antropólogos deciden considerar que los personajes de Shakespeare, Dostoievski o Zola son válidos como prototipos de psicopatologías criminales. Esta afición por tratar desde perspectivas científicas o pseudocientíficas los personajes literarios tiene su continuación en España en la mitad del presente siglo, caso de Marañón y su estudio sobre don Juan. Otro de los problemas finiseculares fue el de la relación entre anarquismo y criminalidad. Vuelve a surgir la polémica intelectual entre Lambroso y Azorín e interviene, desde una perspectiva más humana y novelesca, el tío del conferenciante, Pío Baroja.

Precisamente, Baroja abordará con rigor uno de los problemas más espinosos de la antropología y la literatura de comienzos de siglo: el de la raza. A juicio de Julio Caro, cada vez que se hablá de «raza» surge el fantasma del racismo, pero eso es incierto o, cuando menos, no totalmente cierto. Hubo una moda por las cuestiones étnicas, potenciada, entre otros, por Renán, que escribía con frecuencia acerca de su ascendencia (llegó a afirmar, para asombro de todos, que su etnia se componía de una porción de celta, mezclada con gascón y un poco de lapón. Al parecer, el tercer componente fue el más sorprendente de todos). Esta tendencia engancha a todos los jóvenes del mundo finisecular, y citó los casos de André Gide y León Doré a modo de ejemplo. En España tuvo también sus seguidores y la crítica literaria lo aceptó plenamente: todavía es frecuente leer referencias sobre «el alma andaluza de Juan Ramón Jiménez», «el espíritu barroco y levantino» de Blasco Ibáñez o «el carácter vasco» de las obras de Maeztu, Baroja o Unamuno. A juicio del conferenciante, no cabe el esperar descubrimientos profundos guiados de esta moda. Finalizó su intervención señalando el gran papel que jugó Ortega en la introducción de las corrientes antropológicas de la Europa de su tiempo en España.

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