"El Ministerio de Educación no puede permanecer al margen del hecho teatro"
El grupo de teatro infantil Los Trabalenguas representa diariamente, para los escolares madrileños, una adaptación de su espectáculo Carasucia en los salones de actos o en las propias aulas de los colegios nacionales. La experiencia, patrocinada por el Ayuntamiento, es parte de un proyecto mucho más ambicioso que no ha cristalizado plenamente por dificultades económicas.
Carasucia es una reflexión alegre y crítica sobre los graves problemas de la ciudad: el tráfico, las incomodidades de los transportes públicos, la carencia de espacios verdes, el paro, la suciedad, la agresividad... Los escolares de los cursos superiores captan con claridad las claves del espectáculo y los pequenos se quedan con el juego, el humor, la música y el colorido.Jorge Díaz, dramaturgo de Los Trabalenguas, es honestamente consciente de las enormes dificultades que representa el teatro para los niños. «No está todo reducido a un problema de calidad. Hay un cúmulo de dificultades de orden técnico cuya solución no está en manos exclusivamente de una compañía teatral, sino que requiere toda una planificación estructural, actualmente inexistente, que facilite las bases para que entre todos podamos acometer seriamente la empresa, todavía no comenzada, de llevar el teatro a los niños y los adolescentes.»
La clave del problema reside en el hecho de que nunca se ha querido considerar al teatro como un fenómeno profundamente educativo. Concebido en abstracto como un hecho cultural, han sido siempre los departamentos de asuntos culturales de los municipios y el Ministerio de Cultura quienes, siempre de manera insuficiente, se han sentido comprometidos en el asunto.
Con el teatro sucede lo que con el cine y los medios de comunicación en general y la prensa en particular. Su ausencia de los planes de estudio de la Enseñanza General Básica determina el estado de crisis permanente en que viven.
«El Ministerio de Educación -sigue diciendo Jorge Díaz- tendría que asumir definitivarnente el problema y, por lo que respecta al teatro, estudiar con los pedagogos, los especialistas y los profesionales del sector un plan de actuación. Plan que debería pasar, necesariamente, por la introducción en las escuelas de formación del profesorado de la enseñanza del teatro en todos sus aspectos: expresión corporal, mimo, danza, espacio escénico, títeres, marionetas, etcétera.»
En cuanto al problema clave que suscita siempre el estudio del teatro infantil, el de la participación del niño, Los Trabalenguas creen que el término se ha prostituido hasta extremos irritantes.
«Nosotros no nos hemos sustraído tampoco a una serie de tópicos en este aspecto, plasmados en situaciones superficiales de contacto con los niños. Somos conscientes de ello y contra ello luchamos.»
El espectáculo que Los Trabalenguas están ofreciendo actualmente en las escuelas ha sido adaptado, tanto en su concepción como en su duración, a un público concreto. Los componentes del grupo han elaborado un guión didáctico para que los maestros puedan aprovechar la experiencia de la representación, al menos en lo que concierne a los contenidos del texto.
Sin embargo, no renuncian a su primitiva idea, algo que ellos han llamado teatro mínimo. Se trata de llevar a las aulas espectáculos representados por un equipo reducido de actores especializados en expresión corporal y con un material técnico también mínimo. Los textos estarían concebidos en torno al medio social y urbano de los escolares y pensados de forma que el niño pueda de verdad intervenir y transformarlos desde su creatividad y sus vivencias personales.
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