Prevención en la URSS ante Jomenini
El saludo al «triunfo de la revolución», incluido en la felicitación del primer ministro soviético, Alexei Kossiguin, a su colega, Bazargan, es cordial, pero prudente, como si el Kirerrílin no las tuviera todas consigo en relación con las futuras decisiones que pudiera tomar el ayatollah Jomeini, a quien en la URSS se le tiene cierta prevención, por desconocer claramente qué pretende con la instauración de la «república islámica».El presidente del Consejo de Ministros soviético ha anunciado su disposición a desarrollar las relaciones entre ambos países sobre «los principios de igualdad, buena vecindad, respeto de la soberanía nacional y no intervención en los asuntos internos» y con el deseo multilateral de colaboración.
La agencia Tass se preocupa ahora de resaltar el viaje del secretario norteamericano de Defensa, Harold Brown, por Oriente Próximo, en busca del reemplazo de «un gendarme para la zona», y matiza el ofrecimiento de alianza militar que le ha sido hecho por Israel. También indica que los propósitos de Brown son ahora los de colocar en otros países las armas que Washington ya no venderá al Gobierno de Teherán, y que desea asegurarse en distintos lugares los recursos petrolíferos que han empezado a faltarle. Brown intenta además, según los soviéticos, convencer a países como Arabia Saudíta de que aprueban los acuerdos de Camp David.
La formación del primer Gobierno islámico en Irán ha sido acogida con gran satisfacción en Argelia, donde la prensa oficial llega a comparar el triunfo de Jomeiny a la «victoria del pueblo vietnamita». Un grupo de residentes iraníes ocupó ayer pacíficamente la embajada de su país y telegrafió a Teherán la adhesión de todo el personal al Gobierno.
El Gobierno, por su parte, no ha formulado ningún comentario oficial sobre los acontecimientos que se han producido en Teherán, limitándose a señalar que la práctica usual de Argelia es reconocer únicamente a los Estados.
El rotativo Ech Chaab señala que los «signos de inquietud» constatados en Rabat y Tel-Aviv por los acontecimientos iraníes son significativos y pueden ser premonitorios en lo que concierne a la monarquía alauita.
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