El porqué de unas muertes

Para este su primer filme, realizado hace ahora ocho años, Francis Girod, relacionado ya anteriormente con el periodismo y el cine, ha escogido un célebre caso, ya tratado. en novela dentro de la tradición de los más populares criminales galos.Este abogado Sallet, pariente cercano de Landrú o Petiot, de tantos otros nombres señalados por hazañas siniestras, le ha servido para, evocando los días de la primera guerra mundial, alzar una historia en la que el humor sangriento, lo popular y lo macabro, se dan la mano con. bastante inteligencia.

Realizado sin grandes alardes, muy bien interpretado por Piccoli y Romy Schneider, su éxito quizá se deba a su misma medida, que sólo sobrepasa en determinadas ocasiones, como el episodio del ácido sulfúrico, cuando el trío auténticamente infernal hace desaparecer los restos de sus víctimas en la oscuridad del jardín convertido en cementerio.

Olvidando tal espisodio que, aun como revulsivo o provocación, resulta demasiado largo y detallado, la historia, tal como está contada, mezcla de violencia, humor y sátira resulta coherente y eficaz, cuando no patética.

La ambientación deco, completada en algunos casos con escenarios naturales, compone un brillante marco en torno a los protagonistas, a la vez víctimas y verdugos. Incluso las escenas de amor aparecen sugeridas tan sólo; en parte, por llegar a un público más amplio y, en parte también, porque Romy Schneider sólo mantiene aún las formas de sus encantos exteriores. Impecable en su trabajo y con la especial belleza entre ingenua y perversa que el tiempo ha ido perfilando en torno a ella, forma con Piccoli una pareja extraordinaria, capaz de evocar por sí sola el lejano recuerdo de una época.

Junto a ambos, la tercer protagonista interpreta el personaje más humano de la historia, el que en realidad sirve para dar la dimensión total de ambos, de unos hechos que, por lo general, vienen sucediendo en la retaguardia.

Quizá la impunidad, puede que el desdén por los más débiles, el caso es que este Sallet de nuestro filme, héroe de la pa tria, futuro diputado, buen amador y asesino en horas libres, no debió matar por razones económicas, aunque no desdeñara el botín de sus víctimas. Seguramente llevó a cabo sus muertes por realizarse a través de los demás -como hoy se diría- en un mundo en guerra, miserable, culpable, de mente o grotesco, con el que posiblemente nunca llegó a sentirse solidario.