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Pedro de la Peña:"Mis tres novelas tienen la constante de la soledad"

Entrevista con el ganador del último premio Blasco lbánez

Profesor de Lengua y Literatura en la Universidad de Valencia y periodista, Pedro J. de la Peña ganó el último premio Blasco Ibáñez de Novela. La obra ganadora, El vacío vacío, completa la trilogía narrativa abierta con Lobo leal, Premio Gabriel Maura de 1973, y seguida de Dublín Mosaikon, aparecido en la colección que dirigió Pedro de la Peña en la editorial Prometeo.

Comparte su atención a la narrativa con la creación poética Círculo del amor (Premio Valencia 1973) y Fabulación del tiempo, editada hace nueve años en la colección Hontanar, donde se agruparon los poetas valencianos con producción en castellano pertenecientes a la generación posterior a Gil-Albert y Brines.«Las tres novelas tienen la constante de la soledad -comenta sobre la trilogía- Creo que en la vida contemporánea hay muchas posibilidades de relación y muy pocas de comunicación. Mientras las gentes nómadas son hospitalarias, en la Quinta Avenida, símbolo de la urbanización, los transeúntes podrían pasar por encima de tu cadáver. Pero también escribo de la soledad frente a uno mismo, y, aquí es donde aparece la variable de la trilogía. El personaje de Adolfo Borau es un pobre misérrimo en el el Dublín de Joyce y la ciudad se apodera de él para destruirlo. Desconoce todo, incluso el idioma. No sucede así en El vacío vacío. Adolfo es un crítico de arte, posee una cultura, un lenguaje que le posibilita dominar la ciudad. Creo que el triángulo consigue desorganizar el nombre y muestra que cada uno podemos ser el otro o varios a la vez. »

La tensión del individuo con el marco social aparece en su obra con insistencia. «Se ha dicho que podríamos despegarnos de nuestra subjetividad por la colectividad, cuando en realidad el proceso es inverso porque hay que entender la colectividad como suma de individualidades. La colectividad se expresa a través del individuo, que con su microcosmos explica el macrocosmos. » Con esta preocupación investigó en su tesis doctoral el caso de José Hierro, editada por la Universidad de Valencia.

Comparte la poesía con la narrativa, y en la profesión la enseñanza con el periodismo, aunque su presencia en la prensa diaria es selectiva. «El periodista vive la inmediatez y la literatura tiene vocación de perdurabilidad. Admiro a los periodistas que escriben a diario, porque aunque soy periodista no he podido acomodarme a este procedimiento de escritura. Mis colaboraciones las he elaborado con mucho tiempo por delante y con temas intemporales. En este sentido me creo más escritor que periodista.

He evitado caer en los riesgos de hacer de mis novelas una crónica trivializando el relato o determinadas situaciones en función de la eficacia. También he huido de la adulación del lector, de la búsqueda de mayor audiencia, todo ello muy propio del que escribe en la prensa al mismo tiempo que hace un trabajo literario.»

Pertenece a una generación con diez años de actividad invisible y otros tantos de participación en proyectos culturales de irregular permanencia. Pedro de la Peña considera heroico hacer literatura desde Valencia. «Casi todos los proyectos que hemos hecho han sido autogestionarios, promovidos por los mismos interesados. Hasta hace poco no existían editoriales que publicaran literatura desde Valencia. Esto ha llevado al escritor a una marginación reflejada, por citar el ejemplo más elocuente, en la trayectoria de Juan Gil-Albert, recuperado después de largos años de exilio interior. La generación de Francisco Brines, Jacobo Muñoz, de la Caña gris, tampoco tuvo otra opción que dispersarse entre los círculos culturales de Madrid y Barcelona. Es con la generación de César Simón, Jenaro Talens y mía y otros grupos posteriores cuando se abren nuevas posibilidades editoriales y una parte de la burguesía toma conciencia de que la cultura hay que favorecerla y pagarla. »

Escritor cosmopolita, «de localista no tengo nada, mi última novela se desarrolla en Miami y Cuba, y la anterior en Dublín», Pedro de la Peña no cree cerrar un mundo con su trilogía porque la realidad tiene muchos lados, «la gente sólo se mira de frente, no tiene costumbre de verse por los lados, en realidad no tenemos una imagen suficiente como individuos mientras no nos aproximamos a la globalidad».

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