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Jomeini encarga al liberal Barzagan la formación de un Gobierno provisional

En el destartalado salón de actos de una escuela coránica cercana a su residencia, el ayatollah Jomeini encargó ayer formar Gobierno provisional al viejo ingeniero Mehdi Bazargan, respetado como una personalidad liberal. Cuando el pasado fin de semana el nombramiento de Bazargan como primer ministro del Gobierno provisional se consideraba ya inminente, el primer ministro oficial, Shapur Bajtiar, había declarado: «Lo conozco perfectamente y se que está absolutamente dispuesto a que los problemas se resuelvan en una atmósfera calmada y serena. El desea que la evolución de los acontecimientos se realice dentro de un buen ambiente.»

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Bazargan, en una de sus escasas declaraciones recientes, había dicho por su parte: «Las dificultades actuales deben ser resueltas por la vía de la negociación. Hay que evitar que la situación alcance un punto peligroso.»Ayer, en la escuela coránica, antes de que se leyese la orden de nombramiento que él mismo había firmado, Jomeini coincidió en algo con Bajtiar: «A Bazargan lo he conocido muy bien», dijo igualmente. Y prosiguió: «Es devoto, competente, nacionalista, y no tiene nada contra el Islam.» Al encargarle formar gobierno provisional, Jomeini le pidió también a Bazargan que vaya preparando el referéndum que habrá de aprobar la Constitución que, según todos los indicios, estaba ya esbozada en Nauphle le Chateau.

Es precisamente este cambio de Constitución el principal punto de debate entre Bajtiar y Bazargan. Sin embargo, a pesar de todas las dificultades, no puede descartarse en absoluto la posibilidad de acuerdo.

Hace tiempo ya que se rumoreaba qué Bazargan sería el encargado de formar el gobierno provisional (véase EL PAIS del 25 de enero). Dos semanas atrás, se habló de que había criticado a Jomeini por su imprudencia, e incluso se dijo que le había llamado «loco». Naturalmente, el ahora primer ministro del Gobierno provisional, desmintió estos rumores. Bazargan recibió encargos muy importantes de Nauphle le Chateau. Fue él quien convenció a los huelguistas del petróleo y los ferrocarriles para que volvieran al trabajo. Jomeini, personalmente, le había pedido su mediación.

Desde que volvió de Francia, Jomeini ha visto casi todos los días a Bazargan. El sábado por la noche tuvo lugar una reunión más larga de lo habitual. A ella asistían también los miembros del Consejo de la Revolución, cuyos nombres, por cierto, no han sido dados a conocer todavía.

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Los rumores, confirmados

Toda posible duda, en cualquier caso, desapareció ayer tarde, cuando Bazargan entró junto a Jomeini en, el salón de actos en el que se haría público el nombramiento. El lugar era el mismo en el que Jomeini había dado su primera conferencia de prensa después de volver a Teherán.

Jomeini habló con su acostumbrada impasibilidad. Sólo cuando se hubo marchado y dejó a Bazargan a solas con los periodistas, las sonrisas volvieron. La fuente del carisma se había ausentado para dejar paso a la política. Haciendo uso de una memoria erudita que podría provocar la envidia de su adversario Bajtiar, Bazargan comenzó con una cita: era una anécdota irrelevante en torno a Napoleón.

Bajtiar había dicho el pasado fin de semana que su país nunca tendría dos Gobiernos y que mandaría detener a quienes estuviesen dispuestos a proclamar un Gobierno paralelo. Bazargan se rió ayer tarde cuando un periodista le recordaba esta frase. Quizá pensó que, en la situación actual, no se sabe exactamente cuál es el Gobierno paralelo. Al fin y al cabo, los ministros de Bajtiar no pueden ni tan siquiera entrar en sus despachos. Son los propios funcionarios quienes se encargan de impedirlo.

Ayer ni Jomeini ni Bazargan hablaron de guerra santa. Este último, incluso, eludió una pregunta al respecto. Ultimamente, se escucha hablar poco de los militares. Sólo anteayer, el alto mando del Ejército hizo pública una nota en la que negaba haber tenido contactos con el entourage de Jomeini y explicitaba de nuevo su adhesión a Bajtiar.

Mientras, del lado contrario, en los jardines de la universidad, una multitud entusiasta sigue atenta todos los días a una pizarra en la que se enseña el uso de las armas. Son los preparativos teóricos de guerra santa. Pero, siempre sonrientes, Bajtiar y Bazargan siguen confesando intenciones de conseguir la paz por el camino del diálogo.

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