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Teherán recobra una calma desconocida durante meses

Ayer, un día después de la vuelta de Jomeini, Teherán estaba en completa calma. Sólo ocasionalmente se veía un helicóptero en el cielo o un camión militar en las calles. Tras semanas de tensión, la ciudad parecía sumida en un profundo relax. Las anchas avenidas estaban desiertas.

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Sin embargo, en un humilde barrio del sureste se vivía una auténtica kermesse tercermundista. Las estrechas calles estaban llenas de gente y cualquier excusa era buena para formar un corro: un niño que hace una pintada sobre un muro, o alguien que pregunta una dirección. Por todos lados, carteles, pancartas, guirnaldas de flores y grandes retratos del líder recién llegado. En este pequeño barrio de casas bajas vive Jomeini estos días.La primera ornada de Jomeini en Teherán ha sido muy sencilla. Por la mañana dirigió las preces de las mujeres. Entre tanto, se de las mujeres. Entretanto, se sentó sobre un tapiz, en el rincón de una gran habitación vacía de muebles, y dejó pasar ante sí a varios miles de sus seguidores.

Fuera del edificio que alberga la escuela coránica que habita el líder chiita está la camioneta Chevrolet que le condujo desde el aeropuerto a la ciudad. Tiene varios cristales rotos, la carrocería completamente abollada y los dos retrovisores exteriores arrancados. Todo ello producto del fervor de sus seguidores.

Frente a la escuela, colgados de la alambrada que rodea un solar, una serie de mensajes de bienvenida emitidos por diferentes grupos, y organizaciones. Por todos lados, niños que corren y cantan: «Jomeini es el imán, Jomeini es el imán ... »

Ayer, el líder del Frente Nacional, Sandjabi, atacó al primer ministro, Bajtiar, quien hasta hace pocos meses había sido su coreligionario. Sandjabi vino a decir: «El recibimiento a Jomeini fue un voto de confianza de la nación hacia su líder. Si Bajtiar es tan demócrata como dice, tendrá que dimitir.»

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Administración paralela

El día anterior a las declaraciones de Sandijabi, Bajtiar había mostrado nuevamente sus deseos de entrevistarse con Jomeini. Pero esta vez, el primer ministro iraní parece empeñado en que la iniciativa parta del propio líder chiita, cosa, en cualquier caso, bastante improbable.Mientras Bajtiar se encuentra a la cabeza de una Administración paralizada por las huelgas, los seguidores de Jomeini organizan toda una Administración paralela que, por el momento, funciona mejor que la otra. Al servicio de orden de las manifestaciones se le llama ya «policía islámica». El sistema de telecomunicaciones, por ejemplo, se arregla instantáneamente en cuanto los chiitas se empeñan.

Durante todas estas semanas, el problema de las transmisiones fue el drama de todos los enviados especiales en Teherán: los télex no funcionaban y era casi imposible llamar desde Teherán al extranjero. El día de la llegada de Jomeini, inesperadamente, los periodistas radiofónicos pudieron improvisar relatos en directo desde el aeropuerto, y todos, al llegar al cementerio en el que Jomeini se dirigió a sus fieles, quedamos absolutamente sorprendidos con algo que parecía irreal: en pleno cementerio había sido instalada una batería de doce télex que funcionaban perfectamente.

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