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La Junta Militar argentina, totalmente renovada

Desde ayer, la Junta Militar argentina ha quedado definitivamente renovada. Con la sustitución reglamentaria del comandante en jefe de la Fuerza Aérea y miembro nato de la Junta, brigadier Orlando Agosti, ninguno de los tres oficiales que asumieron el poder en marzo de 1976, tras el derrocamiento de María Estela Martínez de Perón, pertenece al máximo organismo de gobierno argentino. Sólo el general Jorge Videla continúa en las altas esferas del poder, pero como presidente de la República, sujeto a la fiscalización de la Junta Militar y desprovisto del cargo de comandante del Ejército. El nuevo jefe de la aeronáutica es el brigadier Omar Graffina, que ocupaba hasta ahora el puesto de jefe del Estado Mayor de dicha arma

Remodelada la Junta Militar, los observadores esperan que, en breve plazo, las autoridades argentinas den a conocer la tan esperada «propuesta política» que ha de marcar los límites de la participación civil en la conducción futura del país. Según iniciales promesas, este plan elaborado por las fuerzas armadas debía haber sido divulgado antes del final de 1978. Ahora se ha sabido que los militares argentinos han preferido que la propuesta lleve el visto bueno de los miembros de la remodelada Junta Militar, cuyo poder se alargará durante los próximos tres años.Las expectativas despertadas por la > son muchas, dentro de lo que se puede esperar de un régimen que ha expresado claramente su poca prisa por la normalización constitucional. Pero, al menos, el plan establecerá las reglas del juego mediante el cual se articularán las promesas de «diálogo y participación» hechas a los civiles por el presidente Videla.

El sistema seguido para la elaboración del plan definitivo ha sido el de solicitar a las instituciones más sobresalientes del país sugerencias y opiniones. La mayoría de los organismos consultados han hecho llegar ya a la presidencia sus informes. Pero, sin duda, los anteproyectos que más peso tendrán son los que elabore cada una de las tres armas de las fuerzas armadas representadas en la Junta Militar.

Muy poco ha trascendido sobre el contenido de estos informes previos. Pero, de lo poco que se sabe, es posible deducir que no están muy de acuerdo los altos jefes militares argentinos sobre la forma de llevar a cabo las reformás políticas prometidas.

La posición más dura parece asumida por la Fuerza Aérea. No hace mucho, el diario Clarín reveló algunos detalles de cómo entendían los aviadores el proceso de normalización en su país. El plan de la Fuerza Aérea contemplaba una continuación por diez años más de los decretos que proscriben cualquier actividad política y sindical y, cumplido este plazo, la articulación de un gran partido oficial capaz de enfrentarse a los «movimientos de opinión», herederos de los partidos políticos tradicionales.

En el Ejército, el futuro del país parece verse con perspectivas menos cavernícolas. Poco después de la publicación en Clarín de los detalles del plan de la aviación, el «brazo derecho» de Videla, teniente general Roberto Viola (miembro de la Junta Militar), insistía, sin aportar plazos ni excesivos detalles, en que las distintas corrientes de opinión existentes en el país debían articularse «de alguna forma».

Viola y su amigo, el presidente Videla, parecen conformar el frente más dialoguista en el conjunto de la milicia argentina. A principios del mes de diciembre último, la actitud del general Videla, quien asistió a dos comidas ofrecidas por el Círculo de ex Legisladores, donde se agrupan los principales dirigentes políticos del país, escandalizó a los sectores más reaccionarios. Realmente resultaba sorprendente ver sentados en la misma mesa, en amigable charla, a los según los militares, autores directos del caos argentino y al jefe de sus más enconados fustigadores.

En esas comidas, Videla pronunció en varias ocasiones la palabra «pluralismo» y los vocablos «diálogo y participación», como ya lo había hecho en un comentado discurso pronunciado ante el rey español, Juan Carlos I. La actitud y las frases del presidente argentino fueron generosamente aplaudidas por dirigentes como Ricardo Balbín, El Chino, jefe de la Unión Cívica Radical del Pueblo (social-demócrata).

Para muchos, lo que Videla pretendió en esos encuentros informales con los ex parlamentarios fue neutralizar el mal sabor de boca producido por la composición de su Gabinete ministerial después de la última crisis. La permanencia en el Gobierno del «superministro» de Economía, José Martínez de Hoz, y del titular del Interior, general Albario Harguindey, junto al nombramiento de dos ultraderechistas, Juan Llerena y Alberto Rodríguez Verla como ministros de Educación y Justicia, respectivamente, habían dado lugar a que en las tertulias se comentara el giro a la derecha del Gobierno y el posible olvido de Videla de sus promesas de abrir el «diálogo y la participación».

En la marina, las posiciones son aún más difíciles de aventurar. La tremenda personalidad del anterior comandante en jefe, almirante Emilio Massera, lanzado, sin duda, a la palestra por una posible ambición presidencial, parece haber robado todos los planos a su sucesor, el también almirante Lambruschini.

Sea lo que sea, los políticos argentinos se aprestan a recibir con cierta preparación lo que resulte de la esperada «propuesta política». Aprovechando la «vista gorda» del Gobierno para casos parecidos, políticos de muy variado signo han mantenido algunas reuniones. La más sonada se produjo a mediados de diciembre, y en ella participaron dirigentes de la Unión Cívica Radical, de los partidos Comunista, Socialista Popular, Intransigente, Revolucionario Cristiano, Conservador Popular y Demócrata Popular, además de representantes de algunos sectores del peronismo.

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