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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La reunión de Guadalupe

LA REUNION del presidente Carter con tres buenos amigos europeos en Guadalupe tiene un aire festivo de «party» de matrimonios. Se le quita importancia: se dice que no se tratará de temas económicos -para disipar el terror de otras naciones ricas, como Japón, que veían en principio una exclusión de las grandes cuestiones financieras-, que sólo se hablará de los temas generales de la política internacional, que las conversaciones no serán «formales» y que ni siquiera se publicará un comunicado. Se insiste en el excelente atractivo turístico de la isla de cocoteros y playas azules y doradas, y en la excelencia del menú de cada comida preparada por un ilustre cocinero francés, puesto que invita Giscard y francés es, por ahora, el territorio. Incluso se ha convenido en que cada invitado no lleve más que un ayudante político. Cuando se sabe que el de Carter será Brzezinsky, en lugar de Cyrus Vance -el rostro amargo, la máscara de la tragedia, en lugar de la sonrisa y la apertura-, se pueden empezar ya a sospechar otras cosas.Los invitados son las tres naciones occidentales con bomba atómica propia -Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia- y la nación europea que tiene el mayor depósito nuclear de Estados Unidos, Alemania Federal. Carter, de Estados Unidos; Giscard, de Francia; Schmidt, de Alemania Federal, y Callaghan, de Gran Bretaña, tienen en sus manos la respuesta nuclear -no pensemos en la ofensiva- ante un eventual ataque. El objetivo de Carter es, sin duda, atraerles a las conversaciones SALT, cuya segunda fase está a punto de concluir; si se llega al acuerdo, los soviéticos pretenden que una tercera fase se haga con participación de Francia, Gran Bretaña y la RFA. La URSS entiende que no bastará un acuerdo de desarme relativo con Estados Unidos si los dos productores europeos no entran en él, ni tampoco el almacenista principal. Parece que la URSS pretende también que al tener como enemigo a China, que tiene sus bombas y sus cohetes, Moscú debería tener más arsenal atómico que Estados Unidos y que el bloque occidental. Según eso, la reducción de armamentos estratégicos no resultaría una cuestión de cantidad, sino precisamente de estrategia: de dificultad y situación especial de cada país contratante. Semejante posición modifica considerablemente las posibilidades de un acuerdo.

Los reunidos en Guadalupe van a tener en sus conversaciones de sobremesa otros temas: Irán y su petróleo, la cuestión de Israel, Egipto y los países árabes, y, en general, como se dice oficialmente, las «perspectivas y panoramas de las cuestiones que afectan a la seguridad occidental». La naturaleza de los protagonistas y responsables del momento, su condición de dueños del arma nuclear y la situación internacional hace pensar que el cielo azul de Guadalupe puede tener nubarrones metafóricos.

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