En su mensaje de fin de año el presidente francés silencia el tema de la ampliación de la CEE
En la alocución que el presidente francés, Valery Giscard d'Estaing dirigió a sus conciudadanos el día de Nochevieja silenció totalmente la cuestión europea y la ampliación de la CEE, contrariamente a lo que hizo, en su mensaje, el canciller alemán, Helmut Schmidt. El posible reflujo de la crisis económica, el «bien precioso de la unidad nacional» y el anuncio de un viaje a la URSS durante la primavera próxima fueron los temas con los que el presidente ilustró su «buen año 1979» a una Francia helada a seis grados bajo cero en París. ¿Existe algún germen de disensión profunda entre París y Bonn a propósito de lo que se considera «el problema número uno de 1979», es decir, la construcción europea? Al mismo tiempo que el canciller alemán valoraba la adhesión a la Comunidad Económica Europea (CEE) de España, Grecia y Portugal como un elemento «que reforzará de manera notable la legitimidad democrática de la Comunidad», el jefe del Estado francés, en su mensaje de fin de año omitió por completo el tema europeo.
Quizá por pura casualidad, este silencio se produjo en el mismo momento en que Francia, ayer, asumió la presidencia de la Comunidad Europea. Este mandato, que ejercen los nueve por rotación, durará seis meses. Por otra parte, el silencio referido, sobre Europa, no sería ajeno a las dificultades internas que la política europeísta le ocasiona al señor Giscard: la creación del Sistema Monetario Europeo (SME), la elección del Parlamento comunitario el próximo mes de junio y la ampliación de la CEE, que constituyen la trilogía de acontecimientos europeos para 1979, continúan motivando la hostilidad creciente de los gaullistas y, de manera mucho más violenta aún, de los comunistas. Ambas formaciones políticas estiman que estos tres elementos capitales de la construcción comunitaria van en el sentido de una Europa supranacional que, necesariamente, recortará las soberanías nacionales. Ayer, el órgano oficial de los comunistas, L'Humanité, editorializaba en tal sentido al comentar los propósitos ya evocados del señor Schmidt y los del presidente francés, que anteayer. fueron publicados por el diario alemán Der Spiegel. En declaraciones a este periódico el señor Giscard opinó que una Europa dirigida por un Gobierno único seguirá siendo «un sueño en el futuro previsible». Por el contrario, reiteró que, actualmente, ha llegado la hora del nacimiento de una confederación europea.
Por lo demás, en su breve mensaje a los franceses, el presidente les aseguró que a lo largo de 1979 «empezará el reflujo lento de la crisis económica», esperanza vaporosa que no influirá en el drama de tiempos presentes, el desempleo (cerca de millón y medio de parados en Francia) que, según las últimas estimaciones de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) «no es de esperar disminuya en 1979».
El señor Giscard anunció que, durante la primavera inmediata, visitará oficialmente la Unión Soviética; recordó que el próximo día de Reyes recibirá en tierra francesa (Guadalupe) a los dirigentes máximos de Estados Unidos, de la República Federal de Alemania y de Gran Bretaña, y por fin resaltó que, durante los seis primeros meses de 1979, Francia asumirá la presidencia de la Comunidad Europea. Todos estos datos, en la mentalidad presidencial, debieran asegurar la continuidad de la grandeur francesa en el mundo.
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