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El terrorismo y la criminalidad, relacionados con un urbanismo deficiente

¿Son culpables los urbanistas y los arquitectos de que aumente la criminalidad, especialmente la juvenil, en nuestras modernas ciudades? En torno a esta pregunta celebran en Wiesbaden un congreso internacional sociólogos, criminalistas y arquitectos de siete países, concretamente Estados Unidos, Austria, Gran Bretaña, Francia, Dinamarca, Suecia y los Países Bajos. El congreso ha sido organizado por la central de la policía criminal alemana, dentro de una nueva línea analítica parla detectar las causas de la criminalidad y del terrorismo.Cada marco, o equivalente en otras monedas, que se invierte en la construcción de bloques de viviendas de varias plantas se traduce después en más del doble, a cuenta del contribuyente, para remediar los problemas que plantea este modus vivendi, según el delegado de Urbanismo de Wiesbaden, Joerg Jordan. Esto hace que los ciudadanos con mayores posibilidades económicas en cualquier país opten progresivamente por abandonar las ciudades construidas en base a aglomeraciones humanas, con lo que estos barrios-colmenas quedan como núcleo «habitado por pobres, ancianos y trabajadores extranjeros, que se convierten así en proclives a tensiones sociales».

El director del Instituto de Psicología Profunda y Psicoterapia de la Universidad de Viena, Hans Strotzka, presentó el resultado de sus estudios sobre el mismo tema: en las familias que viven en grandes bloques se observa una incidencia mayor de problemas sexuales en la mujer, retraso escolar en los hijos y actuaciones delictivas de éstos y de los padres. Un experto norteamericano manifestó que el riesgo de mayor incidencia delictiva se observa a partir del quinto piso, que, por término medio, registraría, según su análisis, hasta un 5% más de casos delictivos que en relación con los inquilinos de plantas inferiores. Esta tendencia aumenta a medida que se asciende a plantas superiores. El sociólogo Dieter Keim, del Instituto Alemán de Urbanística, de Berlín, corroboró esta observación, pero advirtió de los peligros que conllevaría extraer precipitadamente conclusiones en el sentido de una generalización. El tipo de vivienda no es, desde luego, el único factor que determina si quien la habita deba tener o no una tendencia a la criminalidad, pero es innegable que las grandes aglomeraciones facilitan los conflictos. Previendo esta tendencia normal al conflicto, los urbanistas y los sociólogos deberían formar equipos en los países industriales para reducir al máximo su complicidad respecto de las conductas de quienes ocupen posteriormente las barriadas en proyecto.

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