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Reportaje:

La muerte sexual es portadora de desequilibrios

La reciente celebración de la Semana Nacional de las Personas Ancianas ofreció la ocasión para que algunos órganos de opinión y especialistas plantearan el tema por primera vez de manera directa. A nivel oficial, la cuestión es inexistente, en apariencia al menos. La referida Semana, aunque patrocinada por el Ministerio de la Salud, fue organizada por casi dos docenas de asociaciones de beneficencia como El Socorro Católico, El Ejército de Salvación, El Socorro Popular, etcétera. «Una vez más, estimó un diario independiente, hay que preguntarse si la ayuda a los ancianos es un problema de caridad.» Globalmente, los problemas específicos de los ciudadanos que integran la tercera edad, sea a través de sociedades caritativas o como consecuencia de la política oficial, constituyen efectivamente una preocupación que se traduce en unas realidades acogidas con resignación por la mayoría de los interesados, discutibles para algunos de los que aún observan la vejez como espectadores y escandalosas para quienes se interesan generosamente. En todo caso, sólo a estos últimos se les ocurre pensar en la sexualidad de los viejos.Con motivo de la Semana antedicha, Marcelle de Constigliole, protagonista de su vejez, en una reflexión escrita, ironizaba sobre la caridad oficial con los ancianos y rozaba indirectamente el tema sexual: «Clubs para la tercera edad, encuentros para la tercera edad, interés simpático de las más altas autoridades de la República, etcétera. Pero resulta que lo que nosotros queremos únicamente es vivir y ser reconocidos como iguales. ¿Somos seres acabados a los que únicamente se les deben proponer distracciones y papillas de niño? La prueba contraria la evidencian los artistas, escritores, inventores, que continúan creando más allá de los sesenta años.»

El traumatismo de la jubilación

El psicólogo clínico René Laforestrie sitúa el problema sexual de los ancianos en el traumatismo más o menos consciente que supone la jubilación: «El hombre y la mujer sufren el retiro como un castigo social que anuncia su declive Y al mismo tiempo que son expulsados de su universo profesional sienten confusamente que también se instala en ellos el declive de su cuerpo.»Un sociólogo, Antoine Gastinau, protesta contra la «brutalidad » con la que la sociedad impone sus leyes y sus prohibiciones al cuerpo: «A los veinte años se pueden hacer locuras, después se procrea y, paralelamente, se trabaja para asegurar el retiro, es decir, la muerte. El día que el ciudadano llega a la jubilación, por decreto de la sociedad y de su única lógica, basada en el sistema mercantil (inflación-poder adquisitivo-paro-crisis), ese ciudadano se ha convertido en un cadáver al que se le tolera seguir respirando. Sin embargo, una intensa vida corporal y sexual hormiguea en lo más profundo de cada persona anciana. Esta vida casi nunca la percibe, pero es necesario hacerla consciente para que el ser humano sea humano realmente.»

Esta ruptura sexual inexorable, legislada por la sociedad para caracterizar al ciudadano de la tercera edad, es analizada por otro psicólogo, Guy Missouni, que estima se ha progresado relativamente en lo que se refiere a la liberación de la sexualidad del adulto: «Al limitar la liberación sexual aun período privilegiado de la vida, es decir, a la edad adulta, ¿no se condena definitivamente la sexualidad de la persona anciana? Es necesario prever la sexualidad humana en una continuidad histórica e individual. Romper la vida sexual porque se nos ha declarado viejos es romper con la vida. Más que el temor de la muerte física, la muerte sexual se nos revela portadora de angustia, de violencia y de destrucción. Cabe preguntarse, en suma, si la vida, amputada de la sexualidad, es aún la vida, como es posible preguntarse también si la angustia provocada por la idea de la muerte no está ligada a la pérdida de toda vida sexual. »

En Francia, las consideraciones anteriores que pleitean en favor de, la liberación sexual de la vejez, en la realidad son aún un fantasma para los más y un calvario para la superminoría de ancianos que, según estudios aproximados, salvaguardan celosamente sus deseos sexuales y manifiestan la voluntad de satisfacerlos. Estos pioneros del sexo hasta la tumba, en efecto, coinciden unánimemente: el «qué dirán» de la sociedad circundante impide u obstaculiza el desahogo de su sexualidad, que deben vivir clandestinamente, en secreto, para esquivar el ojo condenatorio de los adultos. Para la gran masa de la tercera edad, la cuestión ni se plantea conscientemente: «A las autoridades oficiales, que debieran despertar el problema -razona un militante socialista interesado en la cuestión-, ni se les pasa por la cabeza, y esto es normal desde los esquemas de la sociedad que defienden, en la que el físico es un valor económico. ¿Por qué, en consecuencia, van a favorecer la realización total del ciudadano negativo económicamente?»

«Por su lado, los partidos de izquierdas, teóricamente pretenden encarnar la rehabilitación del hombre en tanto que protagonista de su vida en el más amplio sentido, pero nada más, por ahora.» En esta dirección abunda uno de los psicólogos ya citados al intentar formular la vida práctica de la sexualidad de los ancianos. Parece ser que, en las sociedades actuales, el único recurso sea la militancia personal, es decir, un esfuerzo de cada cual para mantener la continuidad de la vida sexual, que, «naturamente, implica una modificación cualitativa de la sexualidad, pero nunca jamás la interrupción brutal, porque se ha llegado a la vejez decretada por leyes sociales».

Otros especialistas piensan, sobre la práctica sexual de los ancianos, que la inflación erótico-pornográfica del mundo actual, repartida a través de filmes o revistas, «es la más preciosa colaboración de la moral represiva. La pornografía y el erotismo impuestos al hombre son falacias destinadas a alimentar los fantasmas pecaminosos: esto se llama esclavitud. Contrariamente, toda forma de sexualidad producto de la creación personal del ser humano es humana, es normal».

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