Mañana se celebra el XXX aniversario de la Declaración de los Derechos Humanos
Los secretarios diocesanos de Justicia y Paz de Barcelona, Gerona y Tarragona, han hecho pública ayer una nota con motivo del treinta aniversario de la Declaración Universal de los Derechos del Hombre.
La nota califica -según la agencia Efe- la declaración como «un acto muy importante de toma de conciencia de los pueblos del mundo por lo que representa de respeto a la dignidad de la persona, sus derechos y sus libertades», y añaden que es igualmente importante, en la declaración, la observación de que la defensa de estos derechos no puede limitarse al ámbito individual: «Es necesaria -dice- una apertura de conceptos y de acción que vaya más allá del individuo y que abrace los derechos y deberes de la colectividad, de los grupos, de las minorías.»«Existe un grave contraste -continúa la nota de Justicia y Paz- entre la proclamación oficial de los derechos del hombre y su real observancia. En el momento actual, la historia aparece caracterizada por conflictos, luchas, explotaciones y degradaciones, que conculcan gravemente los derechos de las personas y de los pueblos.» «Sería deplorable -sigue la nota- que una proclamación tan solemne quedase reducida a un reconocimiento de valores, o de principios doctrinales abstractos y utópicos, sin recibir una aplicación concreta y cada vez más coherente en nuestro mundo.»
La Declaración Universal de los Derechos Humanos fue adoptada por la Asamblea General de la ONU, el 10 de diciembre de 1948, en París. El texto, que consta de un preámbulo y treinta artículos, obtuvo después de largos debates la votación favorable de 48 Estados. Se abstuvieron la URSS, Polonia, Ucrania, Bielorrusia, Yugoslavia, Checoslovaquia, Unión Surafricana y Arabia Saudita.
La ONU, constituida al terminar la segunda guerra mundial, reafirmó los principios de la moral y el derecho violados durante la contienda. Precisó también las normas sociales e internacionales y reafirmó la igualdad racial, que había sido negada explícitamente. La Declaración está inspirada en la francesa de 1789 y completa sus lagunas a la luz de 150 años de historia, reflejando la conquista de nuevos derechos: libertad de domicilio y circulación; libertad de asociación y reunión; igualdad del hombre y la mujer; derecho al matrimonio; derecho a la asistencia y seguridad social y derecho al trabajo y al descanso. Finalmente condena los regímenes que privan al hombre de sus derechos de voto y a la participación política; y, en especial, condena la tortura y el racismo.
Su intento de universalidad quedó recortado por la abstención final de ocho miembros de la ONU. Los países del área soviética no pudieron votar a favor de la legitimidad de la propiedad privada, consagrada en el artículo diecisiete. Tampoco podían aceptar unas elecciones periódicas mediante sufragio universal, como consta en el artículo veintiuno. La Unión Surafricana y Arabia Saudita no quisieron renunciar al racismo.
España aceptó implícitamente la Declaración al ingresar en la ONU en 1956. Pero los pactos de Derechos Humanos de 1966, que implicaban obligatoriedad de cumplimiento, no los firmó España hasta 1976
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