Búsqueda de una continudad sin sobresaltos en la URSS
En los años sesenta, en España se hizo famosa la frase: «¿Y después de Franco, qué?» En la Unión Soviética ese interrogante tiene hoy una ligera variante, el pronombre interrogativo: « ... Y después de Brejnev, quién?» El corresponsal norteamericano John Dornberg ha definido el sistema político de la U RSS como «un sistema de control político centrado en torno a una sola personalidad poderosa -el jefe- y una organización compleja de otros personajes menores -la máquina-, unidos entre sí por la reciprocidad de su afán de promover sus intereses».Es evidente que en la Unión Soviética la máquina funciona y seguirá su funcionamiento, con más o menos variantes,cuando se cambie de jefe. Lo que interesa indagar es «quién» será su sustituto.
Merece la pena recordar que el año pasado por estasYechas se especuló a fondo con la salud del líder actual, Leónidas Brejnev, quien desapareció de la vida política durante mes y medio. Posteriormente, su intensa actividad dejó en entredicho muchas de las aseveraciones que los más destacados kremlinólogos hicieron. Desde la reaparición, en una cacería en el mes de enero, Brejnev recorno, en invierno, Siberia; visitó Minks; viajó a Bonn, Berlín y Praga, y ha recibido, casi semanalmente, a presidentes de otros países -Siria, México, Argelia- y se ha entrevistado con numerosos primeros ministros que llegan a Moscú. No ha faltado a ningún acto oficial, donde su presencia durante horas fuera necesaria. En resumen, todo parece indicar que goza de buena salud.
Por tanto, el planteamiento de su sucesión no está justificado sin por los últimos acontecimientos en los que parece haber un decidido propósito del líder soviético para asegurar, en su mo mento, una continuidad, sin sobresaltos, para este país.
En las últimas semanas ha sido notorio el endurecimiento en las autocríticas realizadas en torno a los problemas económicos, pieza clave de la política de la URSS. No es nada nuevo, porque ya desde la pasada primavera se fue gestando esta actitud. Todo comenzó con la elevación, de precios en determinados productos -gasolina, café, licores y joyas- y el «reajuste», bajando los precios, de otros artículos, cuyos stocks preocupaban debido, principalmente, a la mala calidad y deficiencias en el diseño. Ahora, el balance sobre las cosechas ha hecho rebasar la gota del vaso y se han señalado los fallos de la planificación. Las cifras son lo de menos. Habrá trigo en abundancia, pero seguirá faltando la carne, las patatas y otros productos agrícolas.
Los dirigentes soviéticos nunca critican personalmente a los políticos, pero las claras y concretas alusiones hechas sobre la Administración. al final terminan en nombres concretos, que de manera callada y paulatina son sustituidos. El pueblo soviético exige mejores productos. Es una manifestación silenciosa, pero latente y conocida. El pueblo soviético está orgulloso de los logros alcanzados en la seguridad social, en las investigaciones científicas, en la industria pesada y en la conquista del espacio. Pero el hombre de la calle demanda, sin pretensiones de entrar en una sociedad de consumo, cubrir un mínimo de sus necesidades.
Otras concretas
Los diputados del Soviet Supremo aprobaron para el próximo año un aumento de la renta nacional en un 4,3 %, la producción industrial en 5,7%, y la agrícola en 5,8%, así como también el aumento del 3,3% en los ingresos reales per cápita. En resumen, once mil millones de rublos se dedicarán a elevar el nivel de vida de la población.
Se hace hincapié en el informe económico sobre los gastos militares, que se mantienen, entre el 5 y 7% del presupuesto nacional, con la misma suma que en 1977 y 1978. Datos que conviene analizar, ya que una cosa es el presupuesto operativo, que posiblemente no varíe, y otra, la posibilidad de que el aumento vaya encubierto en los presupuestos de investigación, lo que parece más lógico si tenemos en cuenta la actual posición de la URSS, bien definida en la última reunión de los integrantes del Pacto de Varsovia, y las críticas realizadas al incremento de los gastos militares adoptados por los representantes de la Alianza Atlántica.
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