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Expectación y miedo ante la proxima subasta de las Ventas

Para el día 14 próximo, todos cuantos quieren ser empresarios de la plaza de Las Ventas habrán tenido que presentar sus ofertas a la Diputación Provincial. A ver quién va por fin, porque hablan los taurinos y resulta que todo el mundo está asociado con todo el mundo para acudir a la subasta.

Es lógico que así lo crean -y es lógica la expectación- pues Las Ventas es la primera plaza del mundo, en orden al negocio sustantivo que supone su administración y a la influencia que irradia. Pero también hay miedos y cautelas, pues tanto poder en manos inexpertas o irresponsables puede suponer un revés muy grande para el espectáculo taurino.Son unos miedos y unas cautelas que no tendrían sentido (o no lo tendrían tanto) si el pliego de condiciones lo hubieran. hecho de otra forma en la Diputación. A su vicepresidente, Leopoldo Matos Enjudía, se le llenó la boca de decir que había preparado un pliego en el que tenía en cuenta, sobre todo, junto a los intereses económicos de la Corporación, a la afición madrileña.

Porque usted lo diga. El pliego es un papelote, o un papelón, en el que todo confluye a dilucidar la subasta por el rasero de la peseta, que es lo fácil, y que además nada importa a la afición de Madrid, cuyas voluntades y cuyos intereses no se han tenido en cuenta más que para una sola cosa, que, dando por supuestos su conformismo y su calidad de cliente fiel, pagará de su bolsillo lo que el montaje del espectáculo vale, más el beneficio del empresario, más el canon que fija la Diputación, y venga barro.

Acaso no es hora de rectificar, pero soñamos con que aún sea posible; con que la Administración local pare, antes de que no tenga ningún remedio, el golpe mortal a la fiesta que puede suponer esta subasta. Y puesto que es muy difícil seleccionar en una contratación de este tipo al empresario idóneo, que por lo menos exija el pliego que el ganador tenga forzosamente que programar una temporada con características de ideoneidad, en las cuales deben entrar el número y calidad de los carteles, escrupuloso cumplimiento de las prescripciones reglamentarias (incluida la cuadra de caballos de picar, por ejemplo), contratación de ganaderías y toreros en condiciones dignas, y respeto al público.

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