La destrucción de Madrid
En la verja de la fachada principal del palacio de Linares, situada exactamente en la confluencia de la calle de Alcalá con el paseo de Calvo Sotelo, se han colocado dos vallas publicitarias de grandes proporciones que ocultan la noble perspectiva de este bello edificio que, junto al Palacio de Comunicaciones, el Banco de España, el Cuartel General del Ejército y la fuente de la diosa Cibeles, forman una plaza que por su valor histórico-artístico debería ser de las primeras a defender de la especulación. Pero la realidad es bien distinta: un irracional caudal de tráfico ha destruido el espacio verde de la plaza, convirtiéndola de paso en una de las más contaminadas de Madrid. Los mástiles de las banderas que se utilizan en los recibimientos de jefes de Estado, en lugar de ser retirados por el Ayuntamiento, permanecen en sus sitios formando un asfixiante círculo de barrotes alrededor de la Cibeles. Y ahora, el atentado contra el Palacio de Linares, que no es sino un paso más en la historia de su intencionada degradación a fin de entregarlo pronto a manos de la piqueta. Pues no tiene otra explicación que desde que se desocupó se haya destruido totalmente el jardín que se ofrecía al paseo de Calvo Sotelo, en la actualidad convertido en aparcamiento particular, las ventanas se han dejado romper y, lo que es aún más grave, los cristales aparecen misteriosamente destrozados, permitiendo que el aire contaminado penetre en el interior, con menoscabo de los preciosos frescos que el palacio alberga.En fin, primero fue la perspectiva de la puerta de Alcalá, después le tocó a la plaza de Colón, ahora a la de Cibeles; la próxima víctima será, sqguramente, la puerta del Sol, porque mientras el arte no sea un elemento rentable en política, esto no hay quien lo pare.
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