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Tribuna:CRÓNICAS PARLAMENTARIAS
Tribuna
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El abrazo de los exploradores

Manuel Vicent

Con esos ojos brillantes que se te ponen al regreso de una formidable aventura, Adolfo Suárez estaba sentado ayer en la cabecera del banco azul bajo los relámpagos, y al ascender por el graderío sus señorías le daban un golpecito en el hombro, le ofrecían un guiño amistoso o un apretón de manos, todo ese ritual que rodea a un héroe cuando acaba de salvarse de los cocodrilos. Suárez estaba allí como el protagonista de una película de terror rescatado por su propia suerte. A su lado el general Gutiérrez Mellado esperaba a que Peces-Barba le formulara la pregunta convenida y le diera la entradilla para salir a escena a explicar al país los planos del laberinto de Creta. ¿Qué sucede en este solar que de un tiempo a esta parte los salvadores de la patria trabajan a destajo? Gutiérrez Mellado se limitó a leer lo que todo el mundo sabe, la nota oficial del presunto complot militar y de los sucesos de Cartagena. Sin añadir un dato más. Este es un cuadro abstracto que cada uno debe completar con su imaginación o con su miedo.Con una firmeza muy profesional, el ministro de Defensa subrayó el relato con una oración llena de alusiones a la disciplina restaurada, a la situación controlada, a la justicia militar que ha entrado en acción.Todo ha pasado. Nada hay que temer. El ministro de Defensa está a las órdenes del Gobierno y tiene el honor de presentarse ante la Cámara para dar cumplida relación de los sucesos. Era simplemente el sonido que uno desea oir en los momentos graves. Y la Cámara aplaudió su propia esperanza. Puesta en pie, excepto los socialistas que siempre matizan sus pasiones, la Cámara aplaudió la salida oficial del laberinto. Alianza Popular, una vez más en una situación de alta tensión, permaneció en un silencio lleno de púas.

El presidente del Congreso preguntó a los socialistas si estaban de acuerdo con las explicaciones del Gobierno. Ellos han contestado que sí. Pero, evidentemente, eso era lo convenido en el prospecto de mano. Los gestos y las opiniones del pasillo eran de otra índole. Allí había abrazos de emoción, palabras de aliento, despedidas llenas de cordialidad. Por debajo de esta arboleda de saludos y buenos oficios se repartían los botijos de tila y el miedo en pastillas, entre la desilusión, el desaliento y la esperanza de salir ilesos de la última parte del túnel.

La pregunta clave era si los sucesos militares es un perro hinchado o constituye sólo la parte visible del iceberg. La opinión general era esta última. Y al margen de los aplausos del hemiciclo el asunto consiste en que el Gobierno ha sorteado el trance ante el Congreso con cuatro datos genéricos, una narración superficial de los hechos y una bondadosa aquiescencia de la oposición de izquierdas que sabe perfectamente cuál es la temperatura del horno. Mal tienen que estar las cosas cuando Suárez y Gutiérrez Mellado, después de la oración, bajo los aplausos iluminados, se han abrazado emocionadamente como dos exploradores en medio de la selva. Adolfo Suárez es un gran conquistador de hombres. Este ha sido un abrazo entre dos arhantes políticos, una pareja que está cruzando lo más abrupto del desfiladero bajo el fuego cruzado. Guardaos de los idus de diciembre. El consenso democrático ha funcionado otra vez bajo la guerra de nervios. Bajo el miedo solidificado.

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Sobre la firma

Manuel Vicent
Escritor y periodista. Ganador, entre otros, de los premios de novela Alfaguara y Nadal. Como periodista empezó en el diario 'Madrid' y las revistas 'Hermano Lobo' y 'Triunfo'. Se incorporó a EL PAÍS como cronista parlamentario. Desde entonces ha publicado artículos, crónicas de viajes, reportajes y daguerrotipos de diferentes personalidades.

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