Rebeldía
A medida que, en colaboración con Pedro Gil Paradela, fui desarrollando el guión de Rebeldía, se acrecentó en mí, día a día, el sentido de responsabilidad. En esta mi segunda película partía de un buen texto. Un guión trabajado, sin fisuras, con diálogos justos a la vez que intencionados. Era consciente de que en gran parte dependía de mi trabajo como realizador el conseguir una buena película.El productor Miguel de Echarri, que desgraciadamente no ha podido ver terminada su película, víctima de cruel enfermedad, puso a mi disposición cuantos medios le pedí. A él le dedicamos esta película los que en ella intervinimos. Fernando Rey, Victoria Vera, José María Prada, Francisco Marso, Jorge Rigaud, Carmen Lozano son una garantía, e incluso me permití correr el riesgo de darle un papel importante a un debutante, Manuel Devesa, que le ha dado vida con gran acierto al cura «Don Cosme».
Me preocupaba enormemente conseguir con el mayor verismo el ambiente del año 1869, que es cuando se desarrolla la acción de la película; tiempo de La España sin rey, de Pérez Galdós, en que ocupaba el trono el duque de la Torre y se concertaron los primeros pactos de la Moncloa. Era la España preconstitucional, lejana ya en el tiempo, pero no tan distinta a la de hoy. El caciquismo tradicional que entonces ejercían los terratenientes hoy subsiste, incluso con más fuerza, aunque de forma más compleja, pero de cualquier modo el fin es el mismo: atraer al pueblo para utilizar sus votos y, una vez en el poder, olvidarse de él.
En esta tarea me ayudaron con ilusión, con total entrega, Enrique Alarcón, Hans Burman, Juliá Ruiz, Ángel Arteaga. Pues bien, ahora me tocaba a mí. Y me tocaba precisamente el saber coordinar y aprovechar todos estos elementos, todos ellos maestros en lo suyo, siendo yo casi un debutante. Por otra parte, tenía una obsesión. En el texto el erotismo es protagonista, el erotismo mueve a don Luis, el amo, el cacique, el señor. El erotismo es el arma de que dispone Antonia, la muchacha joven, pero con carácter, con fuerza, la mujer del pueblo que busca la libertad. El erotismo siempre está presente, pero yo no debía caer en la pornografía. Tenía que evitar la vulgaridad, la chabacanería, el mal gusto. Tenía a toda costa que evitar la película clasificada «S» en la que: «Se advierte al público que esta película puede herir su sensibilidad.» Rebeldía no debía herir al espectador.
El primer examen lo pasé. La Junta de Clasificación no la marcó con la «S» y, por tanto, no había que advertir al público. Para mí esta estimación supuso mucho, porque tenía miedo de no haber conseguido en las escenas eróticas el tono que una película erótica, no pornográfica, debe tener, porque yo, como director, simplemente he intentado hacer una buena película. ¿Lo he conseguido? El público y la crítica lo dirán.
Babelia
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.