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Crítica:TEATRO
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Los pechos y los hechos

«La cruz en los pechos y el diablo en los hechos» está ya en el primer refranero como anuncio de comendadores altivos preanuncios de fuenteovejunas posibles y adivinación de peripecias como la del teatro Martín. La primera parte, «la cruz en el pecho», es indiscutible. El abordaje de Fuenteobejuna es una tarea ejemplar que honra a quien la programa. Nadie duda ya de que el gran drama de «esta gran máquina» de Lope refleja el nervioso y áspero sentido democrático incipiente en las postrimerías de la Edad Media.El tema de la actuación injusta tiene una genealogía clara, ya que según la crónica de Rades -la Chrónica de las tres Órdenes y Caballerías de Santiago, Calatrava y Alcántara-, fuente identificada del trabajo de Lope, los alcaldes, regidores, justicia, regimiento y vecinos de Fuente Ovejuna entraron en la casa de la Encomienda una noche de primavera de 1476 y acabaron con Fernán Gómez que «tantos y tan grandes agravios» había hecho a la villa no sólo en sus mujeres, sino en su paz y muy especialmente en su hacienda. Es, pues, la peripecia, una casi inevitable cristalización de la revuelta latente. Por eso el texto va desde el tono sentencioso a la fuerte y directa pasión colectiva. Eso lo ha visto muy bien el adaptador.

Fuenteobejuna, de Lope de Vega

Versión: Juan Germán Schroeder. Dirección: Vicente Sainz de la Peña. Principales intérpretes: María Paz Ballesteros, Maite Brik, Damina, Velasco, Arturo López, Enrique Navarro y José Antonio Ferrer. Local de estreno: teatro Martín.

La versión de Schroeder intenta alcanzar directamente a ese espectador desde un esquema de miedo al tirano, larvada resistencia, catalización tumultuosa en el ofendido Concejo y provocadora actitud del comendador, violador del orden campesino antes que de Laurencia. Esta interpretación no sólo es inteligente, sino correcta. Mucho menos de acuerdo estoy con el cambio de óptica en la escena de las torturas. Creo que lo importante de esa escena no es este o aquel concepto de la represión, sino el descubrimiento implicado en el «todos a una». Hay que ver hoy el «todos a una» como una clara expresión del poder de la solidaridad. Y de ahí, en cierta manera, la sugerencia de que el reformismo real iba absolutamente a favor de las posiciones populares fatigadas ya por la rígida política de las órdenes, sus maestres y sus comendadores -recuérdese Peribáñez, donde tampoco sale muy bien parado el comendador de Ocaña-, lo que permite una vigorización correcta de los sectores en disputa.

«El diablo en los hechos». está ante todo, en la fractura del complejo dramático de Lope. E montaje simple del Martín, montaje reducido a un solo ámbito escénico y un vestuario no historicista, es lícito, meditado y puede aceptarse, naturalmente. El abandono de la espectacularidad no es, claro está, un error de lectura. La lectura es correcta. Pero sí es un error teatral porque las interpolaciones narrativas destrozan el propio ámbito coral propuesto. Y esto se agrava con una disminución seria del peso de las personalidades.

Ya estamos en el meollo fatal. La compañía tiene problemas con el verso. Esos problemas no están en su desentrañamiento sino en la pérdida general de una escuela de dicción capaz de eliminar tanta torpeza expresiva, tanta carencia verbal, tanto voluntarismo y tanta artificialidad. El verso hay que decirlo muy bien porque en el admirable idioma de Lope se pierde el concepto en cuanto se pierde una sílaba. En Fuenteobejuna, por ejemplo, es muy vital ese encanto de respiración popular que encadena los octosílabos o las redondillas. Pero también hay tercetos, octavas reales, un soneto. Métricas en que no puede dejarse a un lado la puntuación sin dañar no sólo a la poesía lírica, sino a la dramática.

Será contabilizado como un error este montaje de María Paz y Vicente Sainz de la Peña. Y no es un error. En este país hay que montar a Lope de Vega aunque sea rompiéndose el espinazo. Es más delicado que un error: es una carencia. Algo muy duro, muy difícil, muy largo de enmendar.

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