Cinco edificios incluidos en el precatálogo, amenazados de demolición
Cinco casas, incluidas en la serie C del precatálogo de edificios y conjuntos, corren grave riesgo de demolición. Se hace doblemente paradójica la triste expectativa, de tener en cuenta que el Boletin Oficial de la Provincia ha dado publicidad a la correspondiente tramitación de la licencia de derribo semanas antes de que el tran traído y llevado precatálogo municipal (restrictivo o raquítico donde los haya) está a punto de convertirse en catálogo definitivo, con las garantías legales de futura salvaguarda (allá se verá) para los inmuebles en él correspondidos. Los cinco edificios de nuestro caso corresponden a las siguientes calles y números: doctor Castelo, 5; Agastia, 2; General Kilpatrik, 31; Bueso de Pineda, 25 y Arturo Soria, 277.
En su sola condición de edificios con valor ambiental (tal es la calificación que les confiere la citada sección C del precatálogo), no ostentan, ciertamente, aquella característica de artísticos que les preservaría, sin más, de la piqueta, aunque su singularizada insercción en el tejido urbano no deje de hacerlos merecedores, pésele a quien le pese, del debido respeto. Más de una vez he advertido cómo en el mestizaje, mejor que síntesis, entre lo histórico y lo artístico (lo histórico-artístico) y con claro y arbitrario predominio de esto sobre aquello, han hallado los responsables de la cosa urbana la gran coartada a la hora de dar al traste con los hitos de la evolución (con la identidad misma), de nuestras ciudades y otros núcleos de población, dignos y muy dignos de ser considerados centros históricos..De acuerdo con las Conclusiones del Coloquio de Quito (el documento más actualizado en la materia) la noción de centro histórico se clarifica a la luz de esta consideración más o menos literal: el condicionamiento de un núcleo urbano a una estructura fuerte que los capítulos del pasado, uno tras otro, le imponen y por cuya gracia se hace reconocible la evolución (esto es, la identidad histórica) de un pueblo. A su tenor, merece respetuosa consideración de pasado todo ciclo consumado, remoto o próximo, que hay, a impreso en el tejido urbano un fuerte signo de evolución o venga a entrañar un hito histórico en el hacerse y perpetuar se la ciudad o núcleo de población de cada caso.
Para nada, pues, se toma en cuenta, en las citadas Conclusiones, la mención de lo artístico, pese a condensar el segundo término del antedicho e inevitable binomio (lo históricó-artístico) en las definiciones habituales, y el primero o primordialmente determinante a la hora de evitar, si se evitan, las no menos habituales demoliciones. Y ello contribuye a claridad o implica criterio firme en presuntos momentos de duda. Que un edificio merezca o no consideración de artístico quede, para bien -o para mal, al arbitrio de los expertos- pero que sea o no, por ejemplo, del siglo XIX y aparezca o no integrado en el tejido urbano (en el hacerse y mostrarse de la ciudad) depende, sin más, de la referencia histórica y del sentido común.
La licencia que no cesa
Vienen a cuento estas reflexiones porque tal y no otro es el caso de cuatro de los cinco citados edificios sobre los que, a instancia de parte, se ha abierto expediente en torno a la concesión de la correspondiente licencia de demolición. Hecha excepción del inmueble de doctor Castelo, número 25, los otros cuatro se ven integrados en la zona de Arturo Soria, cuyo valor urbano, propiamente histórico, radica en su exclusiva condición de trama o índice fisonómico indispensable en la lectura de uno de los núcleos más característicos de Madrid. Al margen de su discutible relevancia artística, el caso de estos cuatro inmuebles (y el de otros más que en este mismo sentido hemos venido defendiendo frente a la de vastación imperante por aquellos pagos) debe hallar una solución positiva. ¿Fueron acaso incluidos en el precatálogo por otra razón que su genuina pertenencia a una cualificada parcela, a una dimensión fisonómica, a una estructura fuerte de nuestra ciudad?Distinta es la circunstancia del edificio sito en el número 5 de la calle del Doctor Castelo, aunque no dejen por ello de ocurrirsele a uno menos válidas las razones contrarias a la inoportuna concesión de licencia de derribo. Se trata de una construcción de corte ecléctico, muy característica de los años veinte, en posesión de una traza arquitectónica que por sí sola (y por su peculiar inclusión en la trama histórica de la ciudad) reclaman verse a salvo. ¿Que otros muchos edificios de análogas características se han ido al garete? De ahí, justamente, que pongamos el mayor empeño en conservar los que nos quedan, y mucho más si se ven adornados, como éste, de muy particulares improntas regionalistas tan a la vista del ciudadano como a merced de sistemático desdén por parte de nuestros avispados municipes.
Del plan al precatálogo
Lo que en su día dejamos dicho en defensa de los inmuebles sitos en los números 109 y 111 de la calle de Serrano, o el de la calle de Juan de Urbieta, número 16, merece ahora verse recordado a título de perentorio consejo. Como éstos y algunos más, el edificio de la calle del Doctor Castelo debe ser conservado a toda costa, por encarnar la remembranza de un peculiar estilo regionalista: el aragonés. Junto a no ocultas referencias neo-mudéjares, las cubiertas de teja, los alerones y arcos de medio punto... nos traen, en perfecta concordancia ecléctica, claras evocaciones del estilo regionalista aragonés, raro en nuestro contexto urbano y particularmente combatido por los actuales responsables edilicios, como lo fuera en tiempos de la dictadura.la arquitectura racionalista.Aún no repuestos de la lamentable reunión informativa convocada, el martes pasado, por la comisión de Urbanismo de nuestro Ayuntamiento (es un decir), nos sentimos obligados a defender con uñas y dientes el raquítico reducto de lo que en su día se anunció bajo engolado título de Plan Especial de Protección del Conjunto Urbano y a punto está de verse confinado a una suerte de engañoso cumplimiento de un mezquino precatálogo.
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