Al servicio del cine español
A lo largo de una ya muy concreta filmografía, el cine de Jaime de Armiñán ha ido afirmándose a través de una serie de historias que, en su mayor parte, vienen a retratar los, últimos años de la burguesía española.Esta burguesía, personaje clave de la historia contemporánea, ya objeto de atención en sus series de TVE, hoy continúa siendo a la vez protagonista y público que si antes conocía sus problemas en el propio hogar, con las consiguientes limitaciones, hoy se sigue observando desde la oscuridad de la sala, en estas historias sucesivas que suponen otros tantos acontecimientos a su mundo de fantasías y frustraciones.
En ellas se reconoce, a ellas viene a mirarse en un espejo nada deformante mas desde el cual su propia imagen se le ofrece con rasgos a la vez cómicos y trágicos, con ironía de buena ley no exenta de amargura.
Al servicio de la mujer española
Guión y dirección: Jaime de Armiñán. Fotografías: Domingo Solano. Música: Mari Carmen Santonja. Intérpretes: Marilina Ross, Adolfo Marsillach, Amparo Baró, Emilio Gutiérrez Caba. Comedia. España. 1978. Local de estreno: Roxy A.
Cuando en España cualquier cine de humor que se estime en algo suele inclinarse fatalmente hacia lo negro o agrio cuando no al consabido esperpento, Armiñán parece sentir una especial vocación por otro estilo más al alcance del público, más al gusto de sus espectadores por el que corre una vena costumbrista confundida con cierto aliento poético allí donde sus filmes alcanzan momentos mejores. No es raro que así sea pues, pasando revista a sus últimas obras, es fácil ver que la burguesía de que tratan no es otra que la de provincia, esa que más allá de los problemas inmediatos madura sus desdichas o ilusiones en el umbral que separa los viejos sueños de las actuales realidades. Visión limitada tal vez pero válida en un cine tan corto como el nuestro.
Así esta Irene Galdos, responsable de un consultorio sentimental que imparte cada día en torno una felicidad que ella adivina no existe pero que es incapaz de buscar hasta que llama a su puerta disfrazada de víctima.
La habilidad reconocida de Armiñán como guionista se esfuerza aquí en explicarnos el camino que lleva a los protagonistas desde el odio del uno a la destrucción de los dos con un final imprevisto y bien calculado que revela un seguro oficio. Si el guión peca a veces de demasiado discursivo, una serie de personajes le enriquecen en secuencias tan acertadas como las de las dos hermanas. En tal sentido es de subrayar el trabajo de Amparo Baró, aunque el filme descanse, sobre todo, sobre un Adolfo Marsillach un tanto hierático y Marilina Ross, no tan mayor ni tan provinciana como ella declara y la historia exige.
Babelia
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