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Reportaje:Diez años de guerra en Irlanda del Norte / 2

Un país bajo la represión

«Quizá desde fuera parezca que Irlanda del Norte se está pacificando, pero nosotros no nos hacemos ilusiones; ha habido ya dos momentos en que parecía que iba a solucionarse el conflicto, pero en ambos se frustraron las esperanzas.» Efectivamente, como reconoce un miembro de la corporación local de Belfast, ha habido ya dos ocasiones en las que parecía que el Gobierno inglés iba a encontrar la solución al problema del Ulster. La primera fue a finales del 73, cuando, tras múltiples maniobras de alta escuela política y diplomática, el llamado «procónsul» del Ulster, Whitelaw, consiguió algo totalmente inédito en la historia de Irlanda: la formación de un Gobierno de coalición entre católicos y protestantes (el poder compartido) y a continuación la firma de los acuerdos de Sunningdale, entre los Gobiernos de Dublín, Londres y Belfast, que preveían, a largo plazo, la reunificación de Irlanda.Pero esta solución fracasó debido a la auténtica rebelión que provocó entre la comunidad protestante. La política del poder compartido y Sunningdale fue hecha exclusivamente por la burguesía, católica y protestante, irlandesa y británica. Las masas protestantes, a las que horroriza la posibilidad de convertirse en súbditas del Estado irlandés, se lanzaron a una huelga general revolucionaria, mientras que el IRA y sus simpatizantes, marginados del proyecto, lo condenaron por ser «solución burguesa».

El siguiente intento de solución desarrollado por Londres, en 1975, consistió en un entendimiento con el IRA. Las fuerzas británicas y los guerrilleros republicanos firmaron una tregua, empezaron a serpuestos en libertad los presos políticos y el Ejército inglés se retiró parcialmente de las áreas católicas, mientras que se hablaba de una retirada total de Inglaterra del Ulster.

Represión sistemática

Pero esta solución, tan del agrado del IRA, ignoraba los planteamientos de la mayoría protestante, que en las elecciones para una Asamblea Constituyente de 1975 se pronunció claramente a favor de mantener la supremacía protestante en el Ulster. Londres no se decidió a dar el paso de la retirada total, y la luna de miel IRA-Ejército fue deteriorándose, hasta volver a la situación de guerra feroz entre ambas fuerzas.

De modo que Inglaterra ha buscado una tercera vía de solución: la del aplastamiento total de sus oponentes (el IRA en primer lugar, pero progresivamente también las organizaciones paramilitares protestantes de basé obrera), la de la represión sistemática, científica y sin escrúpulos relativos a derechos humanos, que tras dos años de aplicación decidida ha debilítado muy sensiblemente al adversario, logrando la relativa pacificación actual.

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Curiosa y tristemente, el Reino Unido, cuna de los derechos políticos, se ha convertido en estos momentos en el país europeo con más graves vejaciones de los derechos humanos: campos de concentración, encarcelamientos sin proceso, torturas sistemáticas, un gigantesco aparato policial que ha eliminado la intimidad del individuo, continuamente cacheado en las calles, controlado en sus movimientos por una computadora viendo constantemente, de día y de noche, cómo las patrullas de soldados entran en su casa dando una patada en la puerta, registran amenazan, maltratan o se llevan a la gente detenida sin ningún tipo de garantíajudicial. «Todos los recursos de las más brutales dictaduras están siendo utilizados por el Gobierno inglés en el Ulster -dice el párroco de una barriada obrera católica- con la excepción de la aplicación de la pena de muerte, no prevista por la legislación británica, aunque de hecho los servicios especiales del Ejército inglés han "ejecutado" a un buen número de reos políticos, mediante atentados de "controlados".»

Pero de todo este aparato represivo, el capítulo más escalofriante es el de las condiciones de detención de los presos políticos, que parecen propias de una tiranía oriental. En Irlanda del Norte hay actualmente cerca de 3.000 presos políticos, de los que dos tercios son miembros o simpatizantes del IRA, lo que explica la «pacificación» actualmente conseguida, pues la población total del Ulster es de millón y medio. Ahora bien, pese a las evidencias, las autoridades británicas no han reconocido la calidad de preso político a los detenidos después de marzo del 76. Los militantes del IRA, que se consideran soldados en guerra, no admiten que se les trate como a delincuentes comunes, y rehusan vestir el uniforme carcelario. El resultado es que, en el campo de concentración de Long Kesh hay más de trescientos hombres totalmente desnudos y en celdas de castigo, algunos desde hace más de dos años ya.

La situación de esos hombres ha escandalizado hasta al arzobispo de Armagh, pese a la tradicional hostilidad de la Iglesia católica hacia.el IRA: «Uno no dejaría a un animal estar en semejantes condiciones -ha dicho el arzobispo después de visitar el campo-. Unicamente en Calcuta he visto algo parecido, los miserables que viven en las alcantarillas. El hedor y la porquería de algunas de las celdas, con restos de comida podrida y excrementos por el suelo, era casi insoportable. En dos celdas fui incapaz de hablar por miedo a vomitar. Las celdas de los presos no tienen camas, sillas ni mesas. No tienen nada con que cubrirse, excepto una toalla o una manta, no tienen libros, periódicos ni nada para leer, excepto la biblia, ni material de escribir, ni radio o televisión, ni juegos o trabajos, ni ejercicio o entretenimientos. Están encerrados en sus celdas casi todo el día...

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