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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Sombras de un rescate

LAS DIPLOMACIAS paralelas pueden servir en determinadas circunstancias para desbloquear situaciones que los canales diplomáticos normales no están preparados para superar. Pero comportan también una serie de riesgos, sobre todo cuando esas iniciativas extraoficiales se llevan a cabo desde un partido que ocupa el poder en solitario. En estos casos saber distinguir escrupulosamente entre la política del partido y la del Gobierno debe ser objeto de un exquisito cuidado, no solamente por el peligro, siempre al acecho, de una confusión de planos en materia políticamente tan importante para un Gobierno como su imagen exterior, sino porque sólo de esa manera se puede garantizar el éxito de aquellas gestiones paralelas. Viene todo esto a cuento de las casi sainetescas operaciones que tuvieron lugar en la madrugada del sábado en Argel a propósito de la liberación de los pescadores del barco canario Las Palomas, retenidos por el Frente Polisario desde el pasado mes de abril. En su afán por apuntarse un importante tanto diplomático en vísperas del primer congreso nacional de su partido, el secretario de relaciones exteriores de UCD no reparó en menudencias tales como la de firmar, conjuntamente con el «ministro de Información de la República Arabe Saharaui Democrática», un comunicado en el que se hablaba de «parte española» y «España» para reconocer el derecho a la autodeterminación e independencia del pueblo saharaui, e, indirectamente, el derecho a la existencia de la propia República Arabe Saharaui Democrática. No en tramos a juzgar aquí si un reconocimiento oficial del Gobierno español, por el que viene luchando el Frente Polisario desde hace más de dos años, es en estos momen tos recomendable o no. Lo que sí entendemos, en cualquier caso, es que de ningún modo ese reconocimiento pueda realizarse por la vía del subterfugio y bajo la inevitable presión que resulta de la necesidad de devolver a sus familias a los pescadores detenidos durante seis largos meses.

La marcha atrás dada a última hora, a instancias del Ministerio de Asuntos, Exteriores y de la propia Presidencia del Gobierno, justificable en buena lógica, lo único que pudo provocar, ya a esas alturas, era la no liberación inmediata de los ocho trabajadores españoles objeto de la transacción. Y todo ello -con o sin liberación de los pescadores- sin que UCD ni el Gobierno español se planteasen siquiera la posibilidad de obtener contraprestaciones a la altura de las concesiones que el enviado del partido -¿con qué atribuciones?- estaba dispuesto a realizar si el Gobierno no hubiese sido alertado antes de que el primer comunicado conjunto se hiciera oficial. ¿Quién garantizaba, en efecto, que, después de firmado ese comunicado, un nuevo incidente pesquero de las mismas características no recondujese la situación al punto de partida? Y en ese caso, ¿no estaría «la parte española» obligada a realizar ulteriores concesiones para obtener una nueva liberación?

Desgraciadamente ni el propio responsable de relaciones exteriores del Partido Socialista Obrero Español, llamado urgentemente a Argel en la tarde del viernes, supo prever las interpretaciones que se podía dar, en ese momento, a una presencia cuya extemporaneidad difícilmente podía no relacionarse con el inefable espectáculo que la «diplomacia paralela» de UCD estaba dando a esas horas en Argel. El fantasma de la tragicomedia interpretada por los partidos españoles más importantes con motivo de la liberación de los pescadores del barco Saa, el pasado mes de noviembre, rondaba en la madrugada del sábado por los pasillos de la presidencia argelina, y eso el PSOE, partido que se presenta como alternativa del Gobierno a corto plazo, tenía obligación de saberlo.

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