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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

La revolución que no pudo ser

El socialismo radical en la II República No hay duda de que, a pesar de la bibliografía existente sobre el tema, la II República española sigue siendo un terreno con zonas poco exploradas y atractivas para el investigador. Hay en ella situaciones, figuras y acontecimientos que continúan incitando a la imaginación, que siguen abiertos a la controversia, que se preservan vivos, preñados de enseñanzas para lo posterior. Seguimos discutiendo la II República y lo que en ella sucedió, porque todo lo suyo nos resulta próximo. Aquí no hay comparación posible con lo que luego advino. Los cuarenta años de silencio lamentable no ofrecen un interés mínimamente comparable al del período republicano. Testigo, la bibliografía: para diez veces más años, diez veces menos libros. Se nos dirá que los cuarenta infaustos aún están muy cerca. Más cerca estaba la República cuando sobre ella se empezó a escribir y todavía se sigue haciendo con mayor intensidad que acerca de la estúpida Gleichschaltung del franquismo. Es que, sin necesidad de prolongar aquí orteguianas ideas, ya devenidas verdades-creencias, hay momentos que diríamos «altos» y momentos «bajos» en la vida de los pueblos. Momentos en que su vida se hace más dinámica, en que una generación de talento accede a la dirección de la sociedad y en que se debaten cuestiones graves y esenciales para el destino de la comunidad; que serían los «altos».Dentro de aquel momento «alto» que supuso la República, ocupa un lugar especial el episodio del socialismo español, que es el contenido del libro de Andrés de Blas.

Andrés de Blas Guerrero

Madrid, Tucar, 1978.

Gracias a él cabe observar como el socialismo tuvo en esta época un carácter más vivo y más interesante que las otras fuerzas obreras del momento. Sin duda, la CNT/FAI incorpora un sentido aventurero y radical que le presta un aspecto romántico; pero su alejamiento del poder y su negativa reiterada a participar en asuntos políticos resta verosimilitud a su empeño y gran deza a su quehacer. De otro lado, el PCE se esfuerza, sí, por articular un programa político coherente y operativo; pero su carácter extranjerizante y exótico, así como lo monolítico y antidemocrático de su organización, merman el interés que hubiera podido derivarse de lo abierto y contradictorio de su actuación. Tan sólo el PSOE/UGT, fuerza obrera española y democrática en su organización, consigue sintetizar ambos extremos en la acción: la gestión práctica del poder político (colaboración en el bienio azañista, que tan bien estudia Andrés de Blas) con la formulación de un programa revolucionario (producto del desgaste de la colaboración). De esta síntesis surgirá la quintaesencia del debate en el seno del movimiento obrero español en los años de 1934 a 1936.

Andrés de Blas ha escrito, pues, un estudio serio, minucioso y ponderado sobre uno de los episodios más difíciles del socialismo español: la gestación, desarrollo y posibilidades reales del radicalismo revolucionario largocaballerista, en especial en los años que van desde 1933 a 1936. Se trata de un libro que aúna la investigación historiográfica y el análisis politológico con el carácter de obra amena y vivaz en la que toman cuerpo de modo animado, sin faltar al rigor científico, personajes como Largo Caballero, Prieto, Besteiro, Araquistáin, Baraibar, De los Ríos, Del Vayo, etcétera; personajes a los que podemos seguir, de modo realista, en sus contradicciones y enfrentamientos. La tesis del autor es que, contra lo que cabe suponer, el radicalismo caballerista no solamente acabó amparándose de la UGT (a través de un complicado mecanismo de «copo» que el autor estudia), sino que, en realidad, también era mayoritario en el PSOE. Este radicalismo, por lo demás, no es otra cosa que el producto de la radicalización contemporánea de la clase obrera española, a tenor de diversas causas, siendo una de las más importantes la repercusión de la crisis económica internacional en España y la insuficiencia de las medidas arbitradas por la República para enfrentarse a las graves consecuencias de esta crisis, especialmente el paro. Tercia aquí el autor en la polémica acerca del carácter real que tuvo este radicalismo caballerista y, frente a las opiniones, según las cuales se trata de una actitud mediatizada o, simplemente, propiciada por el PCE en función de sus fines propios, sostiene que, en realidad, el radicalismo obedeció a causas profundas y fue producto de la conjunción de la situación económica adversa con el espíritu y el carácter propios de Largo Caballero, de quien, por cierto, traza un buen retrato en la página 99.

Este punto nos anticipa el valor del libro de Andrés de Blas: se trata de una obra historiográfica de desmitificación. Así como realiza esta tarea con la leyenda acerca de la manipulación de Largo Caballero, el autor la realizará con otras leyendas: la de que la izquierda caballerista no tenía peso en el PSOE (por el contrario, mostrará que las elecciones a la presidencia del partido, que dieron el triunfo a González Peña sobre Largo Caballero, estaban amañadas); la de que el prestigio de Prieto aumentó repentinamente en el partido y en el seno de la fracción parlamentaria (al revés, el autor manejará el dato firme de la votación del 12 de mayo de 1936, contraria a Prieto, para demostrar lo escaso del apoyo que la minoría prestaba a éste); la relativa a las diversas publicaciones del partido (el autor realiza un magnífico análisis del carácter, importancia y eco de las publicaciones periódicas socialistas, El Socialista, Leviatán, Democracia, Claridad); para llegar, así, a la última desmitificación de todas: la de la viabilidad y la coherencia del proyecto revolucionario caballerista. El autor, para quien la postura prietista de centro era la más acertada en aquellos momentos (página 151), estudia detenidamente el radicalismo caballerista, obteniendo, en conclusión, que, en la medida que posee alguna base teórica, ésta no era más que la retórica irresponsable que le prestaban Baraibar y Araquistáin en Leviatán y, en la medida en que arrancaba de algún hecho positivo.

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