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Peter W. Botha, nuevo primer ministro suramericano

El comité electoral del partido gobernante eligió ayer en Ciudad del Cabo a Peter W. Botha, 63 años, líder del Partido Nacional, lo que le convierte automáticamente en el nuevo primer ministro de la República Surafricana, en sustitución de Johannes Vorster, quien renunció al cargo la semana pasada por motivos de salud. En la misma reunión, el señor Vorster ha sido nominado para la Jefatura del Estado, vacante desde el fallecimiento en agosto del presidente Diederichs.La designación de Peter W. Botha -el más duro y conservador de los tres candidatos en liza- está llamada a tener serías repercusiones en la rígida política radical surafricana y especialmente en la más inmediata cuestión de Namibia, de la que hoy se ocupa en Nueva York el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.

El señor Botha, hasta ayer segundo de Vorster y ministro de Defensa, representa la opción más radical dentro de un partido ya caracterizado por su profundo integrismo. En una primera aproximación su elección significa que la clase dirigente del país, los afrikander, se mantiene decidida a seguir afrontando el desafío a la comunidad internacional, que supone la vigencia de un sistema de apartheid químicamente puro. El nuevo primer ministro ha sido preferido a candidatos como Connie Mulder, encargado de las relaciones raciales y con fama de pragmático, o Pig Botha, titular de Asuntos Exteriores, considerado el menos dogmático de los aspirantes y favorito de la opinión pública.

Tiempos duros

El sucesor de Vorster va a lidiar con unos tiempos especialmente duros para el régimen de Pretoria, en los que se combinan un horizonte en el tema racial y la perspectiva más que probable del aumento de las presiones occidentales si su Gobierno no ofrece una alternativa digna a la explosiva situación de Namibia.Aunque oficialmente «las puertas siguen abiertas a una solución negociada con las Naciones Unidas» para el territorio que Pretoria ocupa ilegalmente, el Partido Nacional, al designar a P. W. Botha, parece haber calibrado y aceptado de antemano el impacto de un reforzamiento de las sanciones internacionales si se llega a una ruptura diplomática. El nuevo primer ministro ha dicho repetídamente que está decidido a impedir por todos los medíos que un móvimiento revolucionario como el SWAPO se haga con el poder en Namibia y él es en buena parte el arquitecto del rechazo por Pretoria del plan de la ONU para garantizar unas elecciones limpias, a pesar de que este rechazo conlleva el mantenimiento de 20.000 soldados en la frontera con Angola.

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