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Reportaje:

Así vive un investigador español

Carlos Martín Pascual entra a trabajar a las ocho de la mañana. Es uno más de los 6.000 hombres y mujeres que, distribuidos por toda la geografía española, escogieron la actividad profesional de la investigación. En el caso concreto de Carlos, su función se lleva a cabo en el Instituto Torres Quevedo, del Consejo Superior de Investigaciones Científicas. « Soy un poco vago -dice Martín Pascual- y suelo llegar a las ocho y media. La labor a realizar aquí es muy variada. A veces te encuentras en momentos de apuro. Entonces, el despacho acaba lleno de papeles hasta el final... El trabajo de investigación se hace, en muchas ocasiones, en casa, porque aquí a lo que se tiene que dedicar uno, a veces, es a resolver problemas internos, cuestiones de administración. La meditación profunda, con papel y lápiz, mejor en casa.» ,A Carlos Martín Pascual, doctor en ciencias físicas, lo que en realidad le sucede es que asoció su mujer y sus hijos a su proyecto profesional de vida, una trayectoria de increíble esfuerzo profesional, para, al final, salirse con la suya y hacer en la vida lo que le gusta: investigar. Las cosas nunca fueron fáciles para él. Las pegas empezaron muy pronto: «Yo pude estudiar porque había una organización benéfica, la Comisaría de Protección Escolar, el PIO -cuenta el doctor Martín Pascual-. Allí se me debe recordar bastante por las bromas que organicé porque me denegaron la beca que quería conseguir.

Cuando aquello sucedía, este país era muy diferente de lo que es hoy, y eso que, según los afectados, las cosas no han cambiado aún mucho en la España de los investigadores. Corrían los primeros años de la década de los sesenta. Carlos, que hoy cuenta 33 años, tenía entonces quince, y sorprendió a su madre viuda, hermanos y familiares con la decisión de estudiar ciencias físicas. Posiblemente una buena relación didáctica con un profesor sea lo que hay detrás de esa decisión. Suele suceder así. Las personas escogen unas u otras vías de orientación profesional en función de los encuentros personales o modelos de identificación que se van hallando a lo largo de la propia biografía. « Por el hecho de estudiar ciencias físicas me consideraban un bicho raro», dice el investigador.

Para ayudarse a costear los estudios y escoger, ya dentro de la física, el terreno más duro, la investigación, el hoy doctor Martín Pascual comenzó a trabajar en Standard. Terminó la carrera y, a los veintiún años, logró una beca en el CSIC. Le enviaron a trabajar al extranjero, concretamente a París. Por entonces contrajo matrimonio con María Dolores, un año mayor que él. El lo narra así: «Ahora tengo tres hijos, uno de ocho, otro de seis y una tercera de tres años, pero me casé en el año 1968, siendo aún becario. Me mandaron teóricamente a formarme en el extranjero. Las autoridades españolas no me resolvieron casi ningún tipo de problemas; del más grave se encargó mi patrono francés. Y, además, me perjudicaron porque perdí el contacto con un gran maestro.»

Becarios en París

Carlos y Dolores vivían en la banlieue de París. Allí trabajaron los dos hasta que el entonces licenciado terminó una tesis. Vivían en un microscópico apartamento cerca de Meudon. «Concretamente estuve cuatro años de becario -dice-, pero había entrado en el Consejo con la condición de que serían simplemente dos. Así sucede en muchos casos que hay personas que se pasan hasta ocho años de becario.»Las cosas no han cambiado mucho para los becarios españoles del Consejo Superior de Investigaciones Científicas. «Los becarios tienen ahora una beca que anda por las 20.000 pesetas -prosigue-, y eso que son titulados superiores. Yo considero muy importante que se renueve personal, que entre gente joven. No estoy de acuerdo con que se cobre por tener un título, pero es ridículo que el becario cobre menos del sueldo mínimo. Está sin contrato. No sabe ni tan siquiera si se va a quedar sin trabajo o no. El número de becas que se dan es absolutamente ridículo; en nuestro departamento una cada tres o cuatro años. Así sucede que hay algunos que vienen a colaborar simplemente sin recibir nada a cambio para acabar su tesis. »

Este es sin duda un handicap para los investigadores y profesores de los distintos departamentos, muy necesitados de personas y medios para llevar a cabo el trabajo investigador. Precisamente, el campo en el que investiga el doctor Martín Pascual es un fascinante sector de la física, con enormes posibilidades futuras: las microondas. «El departamento de microondas -explica- consta de seis personas: dos profesores, un investigador, tres colaboradores, un auxiliar, un equivalente a perito, un perito como ayudante diplomado y una secretaria. Además, no incluidos, un contratado, dos becarios sin beca en cuanto a dinero. Ni siquiera se realizan oposiciones desde el año 1974.»

Pero las cosas no sólo están difíciles para los becarios. El Consejo Superior de Investigaciones Científicas, que se define a sí mismo, en un folleto explicativo como «el gran organismo español de investigación y pieza clave, por consiguiente, en el desarrollo cultural, social y económico nacional», no parece ser, en realidad, ni tan grande ni tan clave, a tenor de cómo se trata a sus hombres.

El volumen de investigación que, en su marco, se lleva a cabo supone el 25% aproximadamente de todo el sistema científico tecnológico nacional y el 50% del estatal, excluyendo la Universidad. Se investiga en casi todas las rama de la ciencia y la tecnología desde las ciencias experimentales (física, química, geología, biología etcétera) hasta las humanidades (filosofía, sociología, historia, etcétera) pasando por la oceanografía, las ciencias agrarias y las tecnologías alimentarias, de materiales y de procesos.

Para tan altos fines hay 1.600 científicos-investigadores, correspondiendo 1.200 a personal fijo de carrera y cuatrocientos a contratados. El resto del personal se agrupa en cuatro estamentos: técnico, auxiliar de la investigación, administrativo y laboral, además del grupo de becarios en formación.

El doctor Martín Pascual afirma que entró en plantilla en el año 1970 ganando 15.000 pesetas, habiendo alcanzado actualmente las 60.000 con dos trienios.

«El sueldo te da para vivir dignamente -dice- para comprar algún libro o un disco, y para salir al campo.» Los sueldos con el Consejo son de 60.000 pesetas para los colaboradores, 90.000 para los investigadores y más de 100.000 para los profesores. »

Por categorías no hay diferencias entre colaboradores y profesores pero en cuanto a la retribución salarial sí. Dentro de la escala auxiliar, en un primer nivel, se cobran unas 50.000 pesetas; en un segundo, 40.000 y, en un tercero, 30.000.

Vivir en silencio

«No como en casa nada más que en verano -explica Carlos Martín Pascual, describiendo su ritmo de vida-. Mis comidas son normales. En invierno tenemos una hora aquí para comer, que, en mi departamento, son repartidas entre el almuerzo y el deporte favorito de los que allí trabajamos: el ping-pong.A veces, nos vamos a jugar al tenis.

A las 5.30 de la tarde nos podemos ir a casa. Pero ese no es el final; allí hay que seguir. El trabajo se termina en realidad cuando uno se cansa y piensa que la familia también tiene sus derechos. »

No parece muy proclive la trayectoria vital de quienes se dedican a la investigación a una excesiva sociabilidad. Alguien ha hablado incluso de la timidez del científico, de la resistencia afectiva a un mundo que se defiende de ser estudiado y que elige la trepidación del acting, de la actuación constante en lugar del análisis. «Me considero bastante raro, bastante radical -dice el doctor Martín Pascual-. Somos una familia poco relacionada con la sociedad. Estamos bastante encerrados en nosotros mismos. Nuestra principal afición tal vez sea viajar. Somos unos mirapiedras empedernidos, forofos del románico y muy aficionados a la fotografía. Ahora vamos mucho al campo, los viernes, para regresar los domingos. Otra afición es la música, que me encanta, aunque soy una nulidad para interpretarla... ¿La televisión? Sí, la vemos a veces, pero más que nada, por agotamiento y aburrimiento. Yo creo que RTVE es tan mala como el Consejo... »

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