La "cumbre" de camp David
REUNIÉNDOSE A puerta cerrada para tratar de sacar del atolladero las negociaciones egipcio-israelíes sobre Oriente Próximo, los máximos dirigentes de Egipto, Israel y Estados Unidos aceptan una grave responsabilidad y un riesgo peligroso. Responsabilidad de sentar a la mesa de las conversaciones a importantes partes del conflicto, pero sólo a unas partes del conflicto. Fuera quedan la ONU, marginada junto con la difunta conferencia de Ginebra; la Unión Soviética, que tiene en Siria, sin la cual la paz es inviable, un importante aliado en la región; Jordania, cuyo territorio ocupado de la Cisjordania constituye uno de los elementos, claves de las conversaciones de Camp David, y Líbano, campo de batalla donde se enfrentan actualmente sirios, libaneses, palestinos e israelíes.Y los tres convidados de Camp David asumen el riesgo de que un fracaso en las conversaciones, o la consecución sólo de acuerdos parciales, de la razón a quienes, en los países más radicales del mundo árabe, vienen sosteniendo desde hace muchos meses la imposibilidad de cualquier solución negociada y no sólo de ésta.
Las tres partes acuden a esta cumbre defendiendo prácticamente las mismas posiciones que hicieron imposible el diálogo directo Egipto-lsrael a partir del pasado mes de enero. Los principales puntos en litigio se centran, como siempre y con sólo modificaciones de matiz, en la retirada israelí de los territorios ocupados a los países árabes en junio de 1967 y en la solución al problema nacional palestino. sólo una propuesta puente de Estados Unidos podría romper el punto muerto actual, pero nadie sabe cuál podría ser el contenido de esa propuesta y sobre qué puntos el presidente Carter podría conciliar las antitéticas posiciones de partida de egipcios e israelíes. El presidente norteamericano ha insistido, en vísperas de la cumbre de Camp David, en que acude a las conversaciones sin un plan preconcebido. Muchos dudan de que eso sea efectivamente cierto y prefieren pensar que lo que Carter no tiene es un plan que pueda ser aceptado al mismo tiempo por Begin y Sadat.
Con la convocatoria de esta cumbre, el presidente Carter corre, además, un riesgo suplementario. La reunión se inicia en un momento en que el índice de su popularidad se encuentra en el punto más bajo desde que asumió la presidencia, en enero de 1977. Y las más prestigiosas firmas de sondeos de opinión atribuyen ese declive precisamente a los titubeos de la política exterior de la nueva administración, uno de cuyos puntos fundamentales, la defensa de los derechos humanos, no se ha traducido hasta ahora en resultados positivos en América Latina, donde se mantienen prácticamente inmutables odiosas dictaduras militares, y ha conducido en cambio a la transformación de la era de la distensión soviético-norteamericana en lo que ya se llama la guerra templada. El señor Carter entiende poder borrar esos medios fracasos jugando un papel de privilegio en una hipotética paz en Oriente Próximo. Un nuevo descalabro, sin embargo, puede serle fatal en el caso de que pretenda aspirar a un nuevo mandato en 1980.
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