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Empleo comunitario: una sangría

«Acaba de encontrarse una nueva solución provisional para el cáncer del paro en la provincia de Cádiz. Después de una reunión del vicepresidente segundo del Gobierno con miembros de Comisiones Obreras, se supo que la Administración destinará noventa millones de pesetas para el empleo comunitario en aquella provincia. Las amenazas de huelga general y otras acciones populares quedan así congeladas, gracias a un parche de urgencia que le quita -insistimos que provisionalmente- el carácter de polvorín a punto de estallar al conflicto campe sino de Cádiz.La noticia, que es evidentemente positiva, dista, sin embargo, mucho de ser satisfactoria. Hoy son noventa millones de pesetas, pero para el año 1979 se habla ya de unos quince mil destinados a empleo comunitario. Es un coste excesivo para unas perspectivas económicas que, por el momento, no permiten ningún tipo de optimismo ante la posibilidad de que desciendan los niveles de desempleo. Al contrario: las estadísticas, que periódicamente se publican indican una clara propensión al crecimiento, para el que no es remedio eficaz continuar con esta provisionalidad de fondos que se arbitran, que se agotan rápidamente, que hay que volver a arbitrar, y que en las segundas vueltas siempre hay que incrementar.

Naturalmente, es de estricta justicia socorrer al parado. Es un elemental principio de solidaridad social hacer que, ya que no es responsable de su situación, no tenga que sufrirla hasta extremos de hambre, como en algún caso se está llegando. No reprochamos, pues, el gasto, sino su rentabilidad nacional y los criterios en que se fundan los trabajos en que son provisionalmente empleados los jornaleros (...)

Creemos que estamos ante un asunto de gran importancia. Y, si no lo sabemos ver así, mucho nos tememos que el fantasma del paro, lejos die ahuyentarse, se vaya incrementando hasta hacerse insoportable. ¿Qué ocurriría, por ejemplo, si las cantidades concedidas y las que se van a conceder fuesen destinadas a pagar expropiaciones de fincas sin explotar, cuya sola existencia constituye un desafío a la población desempleada? ¿Qué ocurriría si el Instituto Nacional de Industria fuese perceptor de parte de esos fondos y crease industrias de transformación, que Andalucía necesita? ¿Qué ocurriría si, en vez de limpiar calles de hierbajos, se iniciase un plan de obras públicas? Ocurriría, sencillamente, que con el mismo o poco más dinero estaríamos creando puestos de trabajo estables o, por lo menos, duraderos; estaríamos creando riqueza nacional y estaríamos, quizá, quitándole tonos de vejación al provisional trabajo actual de los jornaleros.

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Creemos que el tema bien merece un debate público, una rendición de cuentas por parte de quienes administran los fondos, y una severa toma de concienca de que son necesarias miras más altas para el más grave problema social que tenemos planteado.»

2 septiembre

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