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Jugarse la vida para salvar ballenas

Hace una semana, a cuarenta millas de Finisterre, el ballenero Carrumeiro, matrícula de Vigo, intentaba arponear uno de los pocos cetáceos que surcan estas aguas. La tripulación no dio crédito a sus ojos cuando vio cómo dos jóvenes les cortaban el paso con un bote de goma.El barco tuvo que desviar su rumbo para no matar a los tripulantes del bote. Los ecologistas del grupo Green Peace iniciaban con este ecotage su campaña en España a favor de las ballenas.

Green Peace (Paz Verde) nació hace unos años en Londres como un grupo ecologista de acción. Actualmente existen grupos con este nombre en Canadá, Francia, Estados Unidos, Australia, Holanda y Dinamarca. Cada grupo está integrado por una veintena de ecologistas especializados en el ecotage (sabotaje ecológico).

En enero de 1978 compraron un barco con la ayuda económica de la WWF (Fondo Mundial para la Conservación de la Naturaleza) de Holanda. Con una tripulación voluntaria, compuesta por diecinueve hombres y cuatro mujeres, procedentes de nueve países, el buque de Green Peace se dirigió a Islandia. Tras un debate público que tuvo gran eco en la prensa de aquel país, los ecologistas acosaron durante tres semanas a los barcos balleneros de la compañía H. Valur, especializada en la pesca del cachalote y la ballena blanca.

Su técnica de sabotaje, interponerse entre el ballenero y su víctima, ya había sido experimentada en el Pacífico, durante los años 1975, 76 y 77, contra los pesqueros japoneses y soviéticos. También la utilizaron para defender a los bebés focas en las matanzas que anualmente se repiten en las costas de Terranova.

A primeros de agosto llegaron a las costas gallegas con la intención de sensibilizar al pueblo español ante el problema de la extinción de las ballenas. España es uno de los quince países que se dedican a la pelea de cetáceos. Durante la temporada 1973/74. los balleneros españoles cazaron 224 ballenas, ocupando el octavo lugar, tras la Unión Soviética (15.083). Japón ( 10.095). Suráfrica ( 1.817) -este país prohibió la caza de cetáceos en 1976-. Perú (1.812). Australia (1.080), Somalia (451) e Islandia (365).

«La situación de España es distinta a la de los otros países que se dedican a la caza de ballenas», manifestaron a EL PAÍS miembros del Green Peace. «España no pertenece a la IWC (Comisaría Internacional para las Ballenas) y, por tanto, está fuera de todo control. Sospechamos que los balleneros españoles cazan cetáceos en peligro de extinción, protegidos internacionalmente. También que cazan ejemplares que no dan el tamaño mínimo acordado por la IWC.»

La guerrilla ecológica se inició cuando el barco Green Peace se encontró con el Carrumeiro, a cuarenta millas de las costas de Finisterre. Cada vez que el ballenero intentaba arponear un cetáceo, los ecologistas se colocaban en medio, salvándole la vida a la ballena.

«Estuvimos así toda una mañana -dicen los ocupantes del bote de goma-, hasta que el ballenero desistió de seguir faenando. Al día siguiente aparecieron una fragata, la Pinzón, y una patrullera, Bonifaz, de la Marina de Guerra española. Durante toda la mañana las cuatro embarcaciones estuvieron a la expectativa. Finalmente, un teniente de la Armada solicitó hablar con nuestro barco. Nos explicó que nuestra actuación era llegar y que si insistíamos tendría que detenernos.»

«Cuando el ballenero inició sus operaciones, nosotros volvimos a impedirles matar la ballena. Por la radio pudimos oír cómo el capitán del barco solicitaba la intervención de la Armada, pero éstos les contestaron que esperaban órdenes superiores.»

«El ballenero regresó al puerto de La Coruña. Nosotros les seguimos, pero cuando nos disponíamos a atracar, un funcionario del puerto nos comunicó que quedábamos retenidos y no podríamos salir del barco. Inmediatamente cambiamos de rumbo y salimos del puerto. Pasamos la noche fuera de las aguas jurisdiccionales españolas.»

Problemas con la Comisión Internacional para las Ballenas

«Hemos intentado filmar las dos factorías balleneras que esta industria tiene en Galicia, pero su director, Juan Jaime Masó, nos lo prohibió. También se negó a facilitarnos datos sobre el número de capturas. En una entrevista que tuvimos con él nos acusó de emplear la violencia mientras que su industria se dedica a la pesca pacífica. De la conversación hemos deducido que los balleneros españoles no se ajustan a las normas de la IWC.»La International Whaling Comission (Comisión Internacional para las Ballenas) es una entidad creada hace 32 años, compuesta por diecisiete países, siete de los cuales aún practican activamente la caza de ballenas. Los ecologistas la han acusado de legalizar la matanza de cetáceos, al establecer unos cupos determinados.

En su última reunión, celebrada en Londres durante los pagados días 26 de junio al 1 de julio, la propuesta de una moratoria de diez años para la caza de ballenas ideada por los ecologistas y apoyada por Panamá, país miembro de la comisión que en 1956 abandonó la caza de cetáceos, fue derrotada, al retirar Panamá su apoyo a la misma.

Según un comunicado de la organización ecologista internacional Amigos de la Tierra, la fundación Green Peace y el Proyecto Jonás, Japón amenazó a Panamá con anular un pedido de 50.000 toneladas de azúcar.

La reunión no acabó sin incidentes. Un comando de ecologistas irrumpió en el hotel donde se llevaba a cabo y vertió sobre la cabeza del delegado japonés una bolsa llena de sangre simbólica de ballena. El nipón respondió violentamente y hubo un breve intercambio de golpes entre delegados y los treinta integrantes del comando ecologista.

El resultado final de esta reunión fue, sin embargo, un éxito para los grupos ecologistas. La comisión acordó declarar especie protegida a las ballenas Sei, y lo que se consideró más importante: aplazar, hasta que se celebre una reunión extraordinaria el próximo mes de diciembre, la decisión sobre fijación de cuotas de capturas de cachalotes en la zona del Pacífico norte.

España no pertenece a esta comisión, compuesta por Argentina, Canadá, Francia, México, Holanda, Panamá, Suráfrica, Gran Bretaña y Estados Unidos, países que han abandonado en los últimos años la caza de cetáceos, y Australia, Brasil, Dinamarca, Islandia, Japón, Noruega y la Unión Soviética, países que aún realizan abundantes capturas de estos grandes animales.

En 1975 nuestra flota pescó 6.702 toneladas de ballenas y cachalotes. Una mínima parte del volumen de pesca desembarcada en España, calculada en ese año en 1.250.000 toneladas. En general la industria ballenera se encuentra en decadencia. Japón subvenciona anualmente a su flota ballenera, que solamente da trabajo a unas 1.100 personas, con 750 millones de pesetas.

Pero a pesar de esta baja actividad, la continua caza de cetáceos amenaza con extinguirlos. En 1977 se mataron 30.000 cetáceos. Esta cifra es desorbitada para la población de estos animales.

Alarmante disminución de los cetáceos

En 1974 se calculaba que quedaban 11.000 ballenas grises (frente a 20.000 en 1930); 2.800 ballenas azules (300.000 en 1930); 170.000 cachalotes (290.000 en 1930); 6.000 yubartas (30.000); 92.000 ejemplares de rorcual común (423.000); 125.000 de boreal (220.000); 4.000 de cachalote azul (5 10.000); las poblaciones de ballena basca, de Groenlandia, de la franja del Pacífico, de la franja austral y de cachalote pequeño se cifraban en unos pocos ejemplares.Los ecologistas han hecho una llamada a todas las personas para que no consuman productos derivados de los cetáceos, y han pedido a todos los Gobiernos que protegan a las ballenas, que tampoco importen estos productos.

Los miembros de Green Peace esperan que los españoles se unan a este movimiento mundial a favor de los últimos cetáceos. Para ellos, las ballenas son de todos. Nadie puede privarnos de esta especie con el fin de lucrarse. Su convencimiento llega hasta el punto de arriesgar su vida con cada uno de sus ecotages.

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