En la muerte de Carlos Chavez
Después de la muerte de Héctor Villa-Lobos, «ninguna otra desaparición puede tener mayor peso específico para la música del continente americano que la de Carlos Chávez, figura cumbre del arte musical mexicano.Carlos Chávez Ramírez nació en la ciudad de México el 13 de junto de 1899, en una familia de ascendenci a hispano-india. Se inició en el estudio de la música con su hermano Manuel, completando sus conocimientos de piano con los maestros Manuel Ponce y Pedro Luis Ogazón. Su vocación creadora es temprana y en este aspecto puede considerársele un autodidacta cuyo aprendízaje tuvo su origen en el examen constante de las obras de los clásicos, desde Bach a Debussy.
La creación, en 1921, del ballet El fuego nuevo supuso el punto de partida del nuevo movimiento musical mexicano del cual él .sería el máximo exponente. Desde esa fecha, su actividad como pianista, crítico, director de orquesta y conferencinate ha sido intensa.
Influencia de la estética impresiónista
En 1922 y 1923 llevó a cabo un viaje a Europa, visitando Austria, Alemania y Francía. Aunque en sus cominzos hay una clara influencia de la estética impresionista, la música de Chávez participa de una honda vena autóctona y sus características preponderantes son la severidad de escritura contrapuntística y la fuerza y novedad de los hallazgos ritmicos(de ahí que trate, algunas veces, el plano como instrumento de percusión).
Contemplando, en su conjunto, la amplísima producción de Carlos Chávez, nos admira la variedad de intenciones, géneros, fuentes y tendenicias que van desde el uso de la música popular de los seris y los yaquis de Sonora. o los huicholes de Nayarit, hasta el maquinismo de su ballet H. P. (Caballo de Fuerza), desde la audacia de ciertas obras experimentales a la música comprometida que refleja preocupaciones sociales, como la obra coral Llamadas (Sinfonía proletaria) o Canto a la tierra.
Música de tono fatalista
Su gran colega norteamericano Aaron Copland ha dicho del arte del compositor mexicano: «La música de Carlos Chávez es fuerte y, en ocasiones, de tono fatalista. Demuestra el modo de ser, sobrío, del amerindio. Es música persistente, implacable, que conoce su pensamiento inflexible y claro y, si se me permite, terrenal, aunque abstracta. Y. sobre todo, profundamente «no europea» porque posee una cualidad india que es al mismo tiempo muy de nuestra época, la de expresar la realidad fundamental del hombre moderno tras haberle despojado de la acumulación de siglos de experiencia estética».
La obra que ha da do fama mundial a Chávez, la Sinfonía india (1936) resume las mejores características de su arte, con la enorme e inhabitual importancia concedida en ella a la percusión dentro de la gran orquesta. La Sinfonía india, aunque haya sido descrita como la condensación, en un movimiento, de la forma sinfónica clásica, tiene, a juicio de Edward Downes, muy poco del estilo clásico. «La estética con temporánea de Chávez -sigue diciendo el crítico neoyorquino con su característica tendencia a los recursos musicales primitivos, se amolda infinitamente mejor a las melodías, que pueden ser precolombinas en su origen, o a temas escritos en un estilo similar. »
Habría que considerar a Chávez en su faceta de animador de la vida musical mexicana, fundando las orquestas Sinfónica de México (1928) o la Sinfónica Nacional (1937). Director del Conservatorio de México desde 1928 a 1933, transformó con energía e incesante actividad los viejos métodos de enseñanza.
Aunque ostentó cargos artísticos de relieve en su país dentro del campo de las Bellas Artes, cuyo Instituto Nacional había fundado en 1937, Chávez abandonó todas -sus tareas oficiales para dedicarse íntegramente a la composicion musical.
Excelente pianista y pedagogo renovador
El importante legado de Chávez a la música del siglo XX se compone de cuatro sinfonías, entre ellas la India, la número Antigona, la número 3 (1951) y la número 4 Romántica (1952), varios ballets (La hija de Cólquida, Los cuatro soles...), conciertos (para cuatro trompas, 1938; para piano, 1942, para violín, 1950, y para trompa, 1978), la ópera Cándido y Loreta ( 195 7) y Los visitantes, en la que se hallaba trabajando cuando le sorprendió la muerte.
Si fue un apreciable director de orquesta (Chávez estuvo en España y dirigió la Orquesta Nacional), un excelente pianista, un pedagogo renovador y hasta un teórico del arte musical -buen ejemplo es su libro Hacia la nueva música (Nueva York, 1937)-, la personalidad telúrica, imaginativa, llena de energía de Chávez, perdurará, ante todo, en su música, tan original, tan libre, poderosa y salvaje.
Babelia
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