Un profeta del lumpen
La publicación de la segunda de las recopilaciones de relatos cortos de Bukowski (la primera fue Erecciones, eyaculaciones, exhibiciones, publicada también por Anagrama) permite al lector español tener ya el número suficiente de muestras literarias como para intentar aproximarse a su autor, uno de los santones de la literatura underground norteamericana y continuador -según la publicidad y según él mismo- de la línea «maldita» de la literatura de Estados Unidos del Siglo XX, una línea que podría partir de nombres como los de Henry Miller y llegar a Burroughs, sin olvidarnos de los Ginsgberg, Kerouac y una amplia nómina de escritores de la cotidianeidad lumpen. Borracho empedernido, gran jodedor. Bukowski ha desempeñado el número y la variedad de trabajos suficientes como para poder ser adscrito a la clase del lumpeproletariado, definida por Carlos Marx y ensalzada -al menos como posibles representantes de la revolución en los países superdesarrollados- por Herbert Marcusse.
La máquina de follar
Charles Bukowski.Editorial Anagrama. 190 páginas. Barcelona 1978
Toda recopilación de relatos de estas características conlleva una cieri.a idea de traición y manipulación al autor recopilado. Leer los relatos de Bukowski unos detrás de otros, de corrido, es, desde luego, no atenerse a las reglas del juego en las que han sido escritos: su autor los publicaba con periódica irregulariJad en las revistas underground. Es decir, no estaba previsto el leerlos con continuidad. Este dato es importante porque si existen cuentos que resultan parcialmente repetitivos en situaciones, personajes, etcétera, ello se debe más a las características de un libro que a los de unas publicaciones de tempo más espaciado. Por otro lado, la publicación en bloque permite al estudioso del fenómeno literario el asistir a un proceso fascinante la creación del propio escritor, su paulatino y progresivo dominio del medio que utiliza. En el caso de Bukowski este proceso no sólo es ejemplar, sino clarísimo, salvo que el criterio recopilador no haya sido el de su cronología pública y real, en cuyo caso sobra todo lo que se diga a continuación.
Los primeros cuentos de La máquina de follar están muy en la línea del primer volumen, Erecciones, eyaculaciones, exhibiciones. Son relatos absolutamente instintivos, vitales, repletos de ese pragmatismo literario yanqui que cuenta lo que ha vivido y visto directamente y que, en ocasiones alcanza el máximo de la sofisticación, pese a que, aparentemente, la rehuye, al llegar a vivir situaciones límites para poder contarlas. Son los grandes reporteros de la literatura y, desde ese punto de vista, la etnología del futuro deberá estudiarlos como si se trataran de libros de texto. ¿Se puede conocer algo de los Estados Unidos del primer tercio de siglo sin leer a Scott Fitgerald. Steinbeck o el primer Heminway? Los Ginsgberg, Burroughs, Kerouac y Bukowski, por ejemplo, han descrito parte de la sociedad americana de la segunda mitad de este siglo con igual fortuna que los citados anteriormente.
Los últimos relatos de esta máquina bukowskiana son ya unos cuentos mucho más elaborados, con rasgos diferenciales importantes en la simple elección del tema a relatar. Cuentos como Un mal viaje, El gran juego de la yerba, el espléndido de La manta o Animales hasta en la sopa y el que da título al libro, suponen un cambio cualitativo con respecto a los anteriores. parte de los cuales se incluven en este mismo volumen. El lector asiste con constancia a la formación de un escritor, a esa fase en la que las referencias culturales son más exquisitas (Malher. Stavinsky, etcétera) y la realidad descrita está interpretada. mixtificada y, en definitiva, recreada. La imaginación pasa a ocupar el lugar preponderante de la metodología creativa. La observación pasa a un segundo plano, exactamente lo contrario que en la primera fase exclusivamente autobiográfica. El cronista deja paso al escritor y en el caso de Bukowski -tal es su bondad- nunca se está seguro de haber ganado en el cambio, porque si es cierto que la imaginación consigue relatos como el de Animales hasta en la sopa (una bellísima historia de amor y tristeza entre el autor y una joven adinerada con un importante zoológico en su casa, con el que comparte sus orgasmos), la crónica de hechos y ambientes pierde al autor de, por ejemplo, Reparando la batería o El malvado, en los que la cotidianeidad del lumpem irrumpe con tina fuerza inimaginable en quien no haya vivido dichas situaciones.
Bukowski, mal que le pese, es, en efecto, «un maestro de la sátira anarquista... una leyenda viviente», como señaló en su día el New, York- Review of Books y recogió con presteza la publicidad editorial.
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